Estamos viviendo un auge
inusitado del nacionalismo, que en algunos casos se está materializando en el
ascenso de partidos “antisistema”, como el Frente Nacional en Francia o UKIP en
Reino Unido, en otros en forma de movimientos secesionistas, como los de
Cataluña, Escocia o las regiones pro-rusas de Ucrania, y por último, también se
manifiesta en forma de restricciones a la entrada de extranjeros. Incluso
extranjeros del llamado primer mundo, como los españoles, pueden ver su entrada
restringida en Suiza, junto con la del resto de europeos (de momento han empezado con los
croatas), o son expulsados de Bélgica sin
demasiados miramientos, simplemente por no disponer de empleo, aun después
de años de residencia.
El auge del nacionalismo
no es contradictorio, ni mucho menos, con el proceso globalizador, más
bien parecen estar relacionados, y ser las dos caras de la misma moneda. Aunque
el nacionalismo y la globalización se nos presentan como principios opuestos y
excluyentes, como dos opciones entre las que habría que elegir, bien se podría
argumentar que en realidad están estrechamente vinculados: el nacionalismo parece surgir
como consecuencia de la globalización. La razón, obvia, es que la globalización
es el intento de establecer una reglas fijas y universales para las relaciones
económicas entre naciones, en definitiva, un racionalismo económico al que
quedaría supeditada la soberanía nacional. Citando
a Herman Daly
La globalización, considerada por muchos como la ola inevitable del futuro, se confunde a menudo con internacionalización pero es, de hecho, algo totalmente diferente. La internacionalización se refiere al incremento de la importancia del comercio internacional, las relaciones internacionales, tratados, alianzas, etc. Inter-nacional, por supuesto, significa entre naciones. La unidad básica continúa siendo la nación, aun cuando las relaciones entre naciones sean cada vez más necesarias e importantes. La globalización se refiere a la integración económica global de muchas antiguas economías nacionales convertidas en una economía global, principalmente por el libre comercio y la libre circulación de capitales, pero también mediante una migración fácil o, incontrolada. Es la efectiva erosión de las fronteras nacionales por motivos económicos. Lo que era internacional deviene interregional. Lo que era gobernado por la ventaja comparativa ahora es dictado por la ventaja absoluta. Lo que era muchos se convierte en uno. La misma palabra “integración” deriva de “entero”, significa uno, completo o, todo. Integración es el acto de combinar en un todo. Debido a que debe haber un todo, una sola unidad con referencia a la cual las partes se integran, se sigue que la integración económica global implica lógicamente la desintegración económica nacional. Por des-integración no quiero decir que la dotación industrial de cada país es aniquilada, sino que sus partes son arrancadas de su contexto nacional (des-integradas), para ser re-integradas en un nuevo todo, la economía globalizada. Como dice el refrán, para hacer una tortilla tienes que romper algunos huevos. La desintegración del huevo nacional es necesaria para integrarlo en la tortilla global.