martes, 25 de noviembre de 2014

Localismo monetario. Retorno a la raíz


A veces hay que volver en parte hacia atrás, y desandar lo andado, para volver a encontrar el camino correcto.

Tras seis años de crisis, y con Europa estancada y Japón en recesión, y algunos grandes emergentes como Brasil y Rusia también en situación de estancamiento, un gran número de ciudadanos, ya sea por estar en situación de desempleo, o por la pérdida de salario o bien por el temor a que uno mismo o nuestra empresa sea la siguiente, hemos descubierto con dolor nuestra situación de dependencia. Dependemos de los demás, unos para sobrevivir y otros para mantener su riqueza, dado el desigual reparto de la misma. Pero no es sólo de esta forma como se muestra nuestra dependencia, gracias a la división del trabajo y a la monetización de la mayoría de procesos económicos, la producción se ha independizado en cierta manera del consumo. Como consumidores nuestro papel se limita a elegir lo que alguien ha fabricado para nosotros, y como productores a ser una pieza en un engranaje dentro de una estructura piramidal diseñada para lograr la disciplina, y cuyos valores pueden no guardar relación alguna con los nuestros.

Este deprimente estado de cosas, que bien podríamos definir como alienante, ha convertido el ideal de vida autárquica, autosuficiente, en el sueño de los miles de personas que por ejemplo siguen con admiración las aventuras de Dick Strawbridge y su hijo, unos auténticos maestros del “hágaselo usted mismo”.

Pero quizás en el punto medio esté la virtud, no tanto individuos autosuficientes como comunidades con cierto grado de autosuficiencia en cuanto a sus necesidades básicas (alimentos, energía, materiales de construcción). Ello no sólo haría el sistema más robusto o resiliente, sino que permitiría a muchas personas reconciliarse, encontrar sentido, a su actividad productiva, y por tanto ser más felices.

Un propósito tan modesto, que podría parecer en un primer momento de puro sentido común, sin embargo choca frontalmente con nuestro sistema económico. En efecto, en nuestra sociedad se intenta por todos los medios que la actividad económica se guie por los precios y sólo por los precios. No se trata de que los mercados sean una herramienta para utilizar según las circunstancias, sino que se intenta que toda la sociedad se guie por un mecanismo autorregulador de mercado. En consecuencia, no podemos producir nada localmente si una vez contabilizado el transporte el producto sale un céntimo más barato en Tegucigalpa. Sin embargo el precio no te informa de la parte del stock de combustibles fósiles que se ha gastado en la producción y transporte de un producto, imposibilitando que esa parte sea usada en el futuro, quizás para aplicaciones más útiles. Tampoco te da información sobre sí para producir ese artículo ha sido necesario talar parte de una superficie forestal, cambiando los usos de la tierra, y por lo tanto contribuyendo a la pérdida de biodiversidad, que provoca a su vez la pérdida de servicios medioambientales que proporcionan los ecosistemas.

martes, 11 de noviembre de 2014

Jugando al límite. 1 - Animales y otros seres vivos (actualizado 24-11-2014)



El documental de National Geographic, Colapso (2010), basado en la obra homónina de Jared Diamond, plantea un escenario futuro en el que la actual sociedad global industrial habría colapsado. En el año 2210, doscientos años después del rodaje del documental, un grupo de científicos investiga las causas de ese colapso, descubriendo una confluencia de factores: sobreexplotación de recursos hídricos, energéticos y erosión y pérdida de fertilidad del suelo, que habría desencadenado una crisis alimentaria agravada por el cambio climático. Cada uno de estos factores es ejemplificado con el colapso de una sociedad histórica. La civilización Anasazi por la escasez de agua, Roma por la escasez energética, y la civilización Maya a causa de la crisis alimentaria.

Esta es una perspectiva bastante conocida sobre la sostenibilidad, enfocada en los recursos, y que es objeto de una gran controversia. Las élites tecnocráticas no admiten la posibilidad de una escasez presente o futura de energía (a destacar la impostura intelectual del tal Juan de Ortega en la discusión que tuve con él en este post), y lo fían todo al mecanismo de los precios, de muy dudosa eficacia en la situación presente. El objetivo es mantener las instituciones actuales a toda costa, para ello identifican cualquier crítica con una agenda oculta que trata de hacer renacer el comunismo. Respecto al cambio climático, y dado el fracaso de la disparatada agenda negacionista (a pesar de los generosos recursos invertidos en la misma) se limitan a decir que se puede evitar adoptando algunas tecnologías verdes, una disparatada fantasía que ni se molestan en justificar. Puestos a un costado los problemas de la escasez energética y del cambio climático, no habría obstáculo para continuar la estrategia del crecimiento económico. Arreglaremos el problema de la miseria y la exclusión de forma indirecta y en el futuro, merced al desarrollo de las fuerzas productivas. Desarrollo que en 200 años no ha sido capaz de acabar con ellas.

Este es el deprimente estado de cosas respecto a la cuestión de la sostenibilidad, pero es conveniente recordar que no se trata de problemas puntuales como la escasez de energía o el cambio climático, sino de algo más general, la escala de la actividad humana en relación con un sistema estable, es decir, que no crece, y que termodinámicamente podemos considerar cerrado (no intercambia materia con su entorno, pero sí energía, a una tasa prácticamente constante). Al aumentar el tamaño de los procesos de transformación (que de forma engañosa llamamos producción) que realizamos en nuestro entorno, es predecible que esas modificaciones puedan dar lugar a indeseables consecuencias, y de hecho así lo observamos en la realidad, contrastando la hipótesis de partida.

Un trabajo reciente ha puesto de manifiesto esta dinámica al establecer los Planetary Boundaries (Límites Planetarios), que son condiciones en parámetros clave que deberíamos tratar de mantener para que La Tierra permanezca en las condiciones que han permitido el desarrollo y la multiplicación de la especie humana, el estado que se conoce como Holoceno. Sin la intervención humana, este estado se mantendría algunos miles de años más, pero dada la escala de nuestras actividades sobre el planeta esto ya no está asegurado, lo que puede dar lugar a cambios desagradables e incluso catastróficos, a nivel regional y global, y dentro del marco temporal de nuestra vida o la de nuestros hijos.