Queridos lectores,
Ampliación del campo de batalla es un libro de Michel Houellebecq publicado por primera vez en Francia en 1.994 que trata de la alienación de su protagonista en la búsqueda del placer sexual, convertido en obsesión. A lo largo de la década de los setenta se produce la liberación sexual de la mujer y con la multiplicación de la oportunidad y variedad de los encuentros sexuales se abre un nuevo campo de batalla en la lucha entre individuos y en la construcción de la identidad individual por oposición a la del resto de congéneres. Antes de la citada época, esta humana “batalla” se limitaba al éxito económico y profesional, sin embargo, el protagonista de la novela, pese a su inteligencia y vivir acomodadamente carece del atractivo físico o la habilidad emocional para la seducción. Por supuesto sería capaz de encontrar una pareja de su “estilo”, lo cual es absolutamente insuficiente. Este “post”, lógicamente, no trata sobre el sexo, pero el título del libro encaja cómo un guante en el asunto a tratar y lo que se plantea en él es sumamente interesante si lo extrapolamos a un ámbito más general. Un suceso, un logro positivo y liberador, como es la ruptura completa de los tabús sexuales, termina produciendo su contraparte negativa en forma de alienación cuando el individuo es incapaz de alcanzar a colmar sus deseos, que se fusionan con su propia identidad, la idea de sí mismo.
La humanidad parece condenada a avanzar en un proceso dialéctico tal y como plantea Zygmunt Bauman “Una vida de vacilaciones es una alternativa a un código ético estricto, preciso y, sobre todo, vinculante, quizás incluso autoritario. La búsqueda implacable e infatigable de las maneras de alejar el mal difícilmente puede dibujar una línea recta, ya que, como norma, los pasos dados para alcanzar el bien traen nuevos males, con lo cual, bajo un examen más atento, dejan de parecer lo buenos que se había esperado en un principio. Semejante visión del modo de ser humano respira tolerancia, ofrece el beneficio de la duda y enseña la modestia y la contención” No deberíamos olvidar esto, que no es ni mucho menos una idea nueva, proviene de Hegel, que influyó de forma decisiva en Feuerbach, cuyas teorías tendrían un efecto profundo tanto en el pensamiento de Max Stirner y Bakunin como en las teorías de Marx y Engels.
El año 1.997, año de la crisis del sudeste asiático que explicamos en nuestro anterior post, marco un hito fundamental en el proceso de globalización a muy distintos niveles. Para los economistas significó darse cuenta que un excesivo endeudamiento del sector privado y no público, alimentado por los flujos de capital podía provocar una crisis. Esto fue ignorado nuevamente a mediados de la década pasada con argumentos tan exóticos como el de los economistas Ricardo Hausmann y Federico Sturzenegger de la Universidad de Harvard, que explicaban el creciente endeudamiento del sector privado y público estadounidense reflejado en el déficit por cuenta corriente por la existencia de una “materia oscura” en la economía norteamericana que estaba siendo adquirida por los extranjeros. Un cambio mucho más transcendente en la globalización fue el giro que dio a partir de esa fecha la política económica de los países emergentes que pasaron de ser receptores de los flujos de capital a ser exportadores netos de los mismos, lo que constituye una singularidad histórica sin precedentes, ya que han sido los países pobres los que han financiado el consumo que provocó la burbuja de la rica Norteamérica. Por último, ayudó a converger a distintos movimientos sociales en el movimiento altermundista que se hizo visible de forma sorpresiva en 1.999 en “La Batalla de Seattle”. Desde nuestro punto de vista eurocentrista aquella crisis y las que luego se propagaron por el resto de economías emergentes eran, tal y como expresó Bill Clinton, “sólo unas chispas en el medio del camino hacía la prosperidad económica”, de ahí que las protestas en Seattle en el año 1.999 parecían incomprensibles.
Por aquella época la célebre periodista Naomi Klein se encontraba escribiendo su famoso libro No Logo, un ensayo sobre el poder de las marcas en la sociedad actual y que ampliaba el objetivo del activismo y la acción política desde los gobiernos hacia las corporaciones. Para entender como puede ayudarnos esto a resolver los líos en los que estamos metidos debemos comprender como es nuestra sociedad y que papel tienen en ella las corporaciones.
El documental La corporación comienza con unas frases inquietantes y sorprendentes “Hace 150 años la corporación empresarial era algo absolutamente insignificante. Hoy es algo omnipresente, como la iglesia, la monarquía y el partido comunista de otras épocas y lugares la corporación es actualmente la institución dominante” Es difícil valorar realmente si las empresas son la institución dominante de nuestra época pero sin duda ejercen una influencia en nuestras vidas muy importante. La extraordinaria y galardonada serie documental, El siglo del Yo (traducido a castellano como El siglo del individualismo) nos muestra como el sobrino de Sigmund Freud, Edward Bernays, fue el primero en asociar productos fabricados en masa, no con necesidades, sino con los deseos inconscientes e irracionales de la población. El primer y gran ejemplo de esto fue su trabajo para la industria del tabaco. En aquella época (los años veinte) no estaba bien visto que las mujeres fumasen en público lo que hacía perder a los fabricantes de tabaco la mitad de sus clientes potenciales. Las tabacaleras recurrieron a Bernays el cual se inventó una parodia para remediarlo. Vinculó la idea de fumar con la desigualdad de género haciendo que un grupo de sufragistas fumasen en público como acto de protesta durante un gran evento.
Ampliación del campo de batalla es un libro de Michel Houellebecq publicado por primera vez en Francia en 1.994 que trata de la alienación de su protagonista en la búsqueda del placer sexual, convertido en obsesión. A lo largo de la década de los setenta se produce la liberación sexual de la mujer y con la multiplicación de la oportunidad y variedad de los encuentros sexuales se abre un nuevo campo de batalla en la lucha entre individuos y en la construcción de la identidad individual por oposición a la del resto de congéneres. Antes de la citada época, esta humana “batalla” se limitaba al éxito económico y profesional, sin embargo, el protagonista de la novela, pese a su inteligencia y vivir acomodadamente carece del atractivo físico o la habilidad emocional para la seducción. Por supuesto sería capaz de encontrar una pareja de su “estilo”, lo cual es absolutamente insuficiente. Este “post”, lógicamente, no trata sobre el sexo, pero el título del libro encaja cómo un guante en el asunto a tratar y lo que se plantea en él es sumamente interesante si lo extrapolamos a un ámbito más general. Un suceso, un logro positivo y liberador, como es la ruptura completa de los tabús sexuales, termina produciendo su contraparte negativa en forma de alienación cuando el individuo es incapaz de alcanzar a colmar sus deseos, que se fusionan con su propia identidad, la idea de sí mismo.
La humanidad parece condenada a avanzar en un proceso dialéctico tal y como plantea Zygmunt Bauman “Una vida de vacilaciones es una alternativa a un código ético estricto, preciso y, sobre todo, vinculante, quizás incluso autoritario. La búsqueda implacable e infatigable de las maneras de alejar el mal difícilmente puede dibujar una línea recta, ya que, como norma, los pasos dados para alcanzar el bien traen nuevos males, con lo cual, bajo un examen más atento, dejan de parecer lo buenos que se había esperado en un principio. Semejante visión del modo de ser humano respira tolerancia, ofrece el beneficio de la duda y enseña la modestia y la contención” No deberíamos olvidar esto, que no es ni mucho menos una idea nueva, proviene de Hegel, que influyó de forma decisiva en Feuerbach, cuyas teorías tendrían un efecto profundo tanto en el pensamiento de Max Stirner y Bakunin como en las teorías de Marx y Engels.
El año 1.997, año de la crisis del sudeste asiático que explicamos en nuestro anterior post, marco un hito fundamental en el proceso de globalización a muy distintos niveles. Para los economistas significó darse cuenta que un excesivo endeudamiento del sector privado y no público, alimentado por los flujos de capital podía provocar una crisis. Esto fue ignorado nuevamente a mediados de la década pasada con argumentos tan exóticos como el de los economistas Ricardo Hausmann y Federico Sturzenegger de la Universidad de Harvard, que explicaban el creciente endeudamiento del sector privado y público estadounidense reflejado en el déficit por cuenta corriente por la existencia de una “materia oscura” en la economía norteamericana que estaba siendo adquirida por los extranjeros. Un cambio mucho más transcendente en la globalización fue el giro que dio a partir de esa fecha la política económica de los países emergentes que pasaron de ser receptores de los flujos de capital a ser exportadores netos de los mismos, lo que constituye una singularidad histórica sin precedentes, ya que han sido los países pobres los que han financiado el consumo que provocó la burbuja de la rica Norteamérica. Por último, ayudó a converger a distintos movimientos sociales en el movimiento altermundista que se hizo visible de forma sorpresiva en 1.999 en “La Batalla de Seattle”. Desde nuestro punto de vista eurocentrista aquella crisis y las que luego se propagaron por el resto de economías emergentes eran, tal y como expresó Bill Clinton, “sólo unas chispas en el medio del camino hacía la prosperidad económica”, de ahí que las protestas en Seattle en el año 1.999 parecían incomprensibles.
Por aquella época la célebre periodista Naomi Klein se encontraba escribiendo su famoso libro No Logo, un ensayo sobre el poder de las marcas en la sociedad actual y que ampliaba el objetivo del activismo y la acción política desde los gobiernos hacia las corporaciones. Para entender como puede ayudarnos esto a resolver los líos en los que estamos metidos debemos comprender como es nuestra sociedad y que papel tienen en ella las corporaciones.
El documental La corporación comienza con unas frases inquietantes y sorprendentes “Hace 150 años la corporación empresarial era algo absolutamente insignificante. Hoy es algo omnipresente, como la iglesia, la monarquía y el partido comunista de otras épocas y lugares la corporación es actualmente la institución dominante” Es difícil valorar realmente si las empresas son la institución dominante de nuestra época pero sin duda ejercen una influencia en nuestras vidas muy importante. La extraordinaria y galardonada serie documental, El siglo del Yo (traducido a castellano como El siglo del individualismo) nos muestra como el sobrino de Sigmund Freud, Edward Bernays, fue el primero en asociar productos fabricados en masa, no con necesidades, sino con los deseos inconscientes e irracionales de la población. El primer y gran ejemplo de esto fue su trabajo para la industria del tabaco. En aquella época (los años veinte) no estaba bien visto que las mujeres fumasen en público lo que hacía perder a los fabricantes de tabaco la mitad de sus clientes potenciales. Las tabacaleras recurrieron a Bernays el cual se inventó una parodia para remediarlo. Vinculó la idea de fumar con la desigualdad de género haciendo que un grupo de sufragistas fumasen en público como acto de protesta durante un gran evento.
Cree en ti misma.... gracias a Philip Morris |
A esta acción le puso el nombre de “antorchas por la libertad”. Bernays contó todo esto en un libro llamado Propaganda
de hecho sus ideas fueron utilizadas por el partido Nazi, que creo el Ministerio de Propaganda e Información dirigido por Paul Joseph Goebbels.
Goebbels durante un bolo, propagando la barbarie y la locura nazi |
La barbarie nazi terminó después de la guerra y la palabra “Propaganda” pasó a ser políticamente incorrecta por lo que Bernays inventó el término Relaciones Públicas, desde entonces su influencia no paró de crecer hasta transformar por completo la conciencia del individuo.
En aquellos felices años veinte el presidente Hoover había dicho a las corporaciones, “Habéis asumido la responsabilidad de crear deseo y de convertir a las masas en maquinas de felicidad en constante movimiento” Pero la incipiente sociedad consumista se vino abajo cuando una gran parte de la población pasó a preocuparse por las necesidades básicas de sustento, techo y salud en lugar de los caprichos de la autosatisfacción; había llegado la Gran Depresión. El nuevo presidente Roosevelt impulsó a la población a formar asociaciones de consumidores y sindicatos, o afiliarse a los existentes.
Este proceso de lucha dialéctica entre la conciencia colectiva y la satisfacción de necesidades individuales continuó hasta que dio un giro, de momento definitivo, allá por los años setenta. Fueron años de profunda crisis económica, guerras y fuertes movimientos de protesta tanto en Europa como en Estados Unidos
En aquellos felices años veinte el presidente Hoover había dicho a las corporaciones, “Habéis asumido la responsabilidad de crear deseo y de convertir a las masas en maquinas de felicidad en constante movimiento” Pero la incipiente sociedad consumista se vino abajo cuando una gran parte de la población pasó a preocuparse por las necesidades básicas de sustento, techo y salud en lugar de los caprichos de la autosatisfacción; había llegado la Gran Depresión. El nuevo presidente Roosevelt impulsó a la población a formar asociaciones de consumidores y sindicatos, o afiliarse a los existentes.
Este proceso de lucha dialéctica entre la conciencia colectiva y la satisfacción de necesidades individuales continuó hasta que dio un giro, de momento definitivo, allá por los años setenta. Fueron años de profunda crisis económica, guerras y fuertes movimientos de protesta tanto en Europa como en Estados Unidos
sin embargo, ya sea por la fuerte represión o por las propias contradicciones internas, los movimientos sociales languidecieron y se llegó al convencimiento de que el cambio de conciencia colectiva llegaría a través de un cambio de conciencia individual. Cuando se alcanzase una masa crítica de individuos socialmente conscientes sería el momento de dar el paso hacía la transformación. Pero bajo el sintagma “conciencia individual” se ocultaba un individualismo exacerbado hasta el límite y las corporaciones no tardaron en percibir el cambio y reaccionar en consecuencia. La producción se segmentó y gracias a la nueva tecnología se crearon productos adaptados a cada grupo de población. Las antiguas clases sociales ya no tenían sentido, o al menos la gente ya no se identificaba con ellas, el individuo buscaba la autoexpresión, formar una clase en si mismo y lo haría a través de la compra de objetos diferenciadores que definirían su “estilo de vida”. El corolario de este nuevo paradigma es que el éxito o el fracaso son una cuestión individual y por tanto la pobreza no es un problema social sino una “elección” del individuo en la que el estado no debe gastar los impuestos del contribuyente. Se fue así formando la increíble paradoja económica actual según la cual los ricos deben ser incentivados con más riqueza (reducción de impuestos) y los pobres con más pobreza (reducción de las ayudas).
Esta nueva conciencia individual tuvo su reflejo en la política, los individuos se ven como consumidores que pueden exigir a los políticos una contraprestación en pago a sus impuestos. En los años noventa, los partidos socialdemócratas, que perdían elección tras elección en la década anterior, deciden responder a la nueva realidad social mediante la elaboración de propuestas “a la carta” en los programas electorales para complacer al grupo de votantes indecisos. Se centrarían en propuestas como poner un teléfono móvil en los autobuses escolares y por descontado deberían bajar o mantener los impuestos, ya que el grupo de indecisos estaba formado por individuos que creían firmemente en las soluciones biográficas a sus problemas, harían valer su esfuerzo, inteligencia, habilidad y atractivo y les resultaba odioso “sufragar” a los menos hábiles que “elegían” ser pobres. Fue así como desapareció todo rastro de las antiguas preocupaciones sociales que habían llevado a Roosevelt a la victoria en los años de la Gran Depresión, ahora las políticas a desarrollar dependerían de la sensibilidad cambiante e incluso contradictoria de los votantes indecisos cuya principal preocupación es la autosatisfacción y la autoexpresión, o como se dice ahora en el partido laborista británico “ocho tipos bebiendo vino en Kettering”.
La idea de Edward Bernays de asociar los objetos producidos en masa con los deseos inconscientes de la población ha tenido un largo y exitoso camino paralelo al ascenso de las corporaciones, mientras los individuos están cada vez mas disociados unos de otros, y basan su identidad en ver cuantas necesidades creadas son capaces de satisfacer.
El libro de Naomi Klein y el movimiento altermundista tuvieron un considerable impacto en la cultura empresarial, hasta el punto de que un concepto antiguo pero desconocido, la Responsabilidad Social Corporativa, se hizo de repente omnipresente. Pero ¿puede una corporación compaginar su ánimo de lucro con el liderazgo en respeto a los derechos humanos, sostenibilidad, cuidado del medioambiente, redistribución de la riqueza? La gente que dirige las corporaciones, ¿son malvados? Una de mis escenas preferidas del documental La corporación es cuando unos activistas invaden la propiedad del Presidente de Dutch Sheel. Los manifestantes cuelgan una pancarta en la casa que dice “asesino”. El presidente y su mujer preparan café y té y charlan con ellos que finalmente afirman “el problema no es usted, es Shell”
Esta nueva conciencia individual tuvo su reflejo en la política, los individuos se ven como consumidores que pueden exigir a los políticos una contraprestación en pago a sus impuestos. En los años noventa, los partidos socialdemócratas, que perdían elección tras elección en la década anterior, deciden responder a la nueva realidad social mediante la elaboración de propuestas “a la carta” en los programas electorales para complacer al grupo de votantes indecisos. Se centrarían en propuestas como poner un teléfono móvil en los autobuses escolares y por descontado deberían bajar o mantener los impuestos, ya que el grupo de indecisos estaba formado por individuos que creían firmemente en las soluciones biográficas a sus problemas, harían valer su esfuerzo, inteligencia, habilidad y atractivo y les resultaba odioso “sufragar” a los menos hábiles que “elegían” ser pobres. Fue así como desapareció todo rastro de las antiguas preocupaciones sociales que habían llevado a Roosevelt a la victoria en los años de la Gran Depresión, ahora las políticas a desarrollar dependerían de la sensibilidad cambiante e incluso contradictoria de los votantes indecisos cuya principal preocupación es la autosatisfacción y la autoexpresión, o como se dice ahora en el partido laborista británico “ocho tipos bebiendo vino en Kettering”.
La idea de Edward Bernays de asociar los objetos producidos en masa con los deseos inconscientes de la población ha tenido un largo y exitoso camino paralelo al ascenso de las corporaciones, mientras los individuos están cada vez mas disociados unos de otros, y basan su identidad en ver cuantas necesidades creadas son capaces de satisfacer.
El libro de Naomi Klein y el movimiento altermundista tuvieron un considerable impacto en la cultura empresarial, hasta el punto de que un concepto antiguo pero desconocido, la Responsabilidad Social Corporativa, se hizo de repente omnipresente. Pero ¿puede una corporación compaginar su ánimo de lucro con el liderazgo en respeto a los derechos humanos, sostenibilidad, cuidado del medioambiente, redistribución de la riqueza? La gente que dirige las corporaciones, ¿son malvados? Una de mis escenas preferidas del documental La corporación es cuando unos activistas invaden la propiedad del Presidente de Dutch Sheel. Los manifestantes cuelgan una pancarta en la casa que dice “asesino”. El presidente y su mujer preparan café y té y charlan con ellos que finalmente afirman “el problema no es usted, es Shell”
Para Noam Chomsky hay que distinguir entre la institución y lo que representa y la gente que la forma, y pone el ejemplo de otra institución que perduró largo tiempo en Norteamérica: la esclavitud. Para Chomsky los propietarios de esclavos podían ser buena gente, buenos padres y ciudadanos e incluso tratar bien a sus esclavos, pero era la institución en sí lo que era execrable. El objetivo de las corporaciones es producir o comercializar productos y hacerlo con más éxito que sus competidores y dado que una parte importante del éxito es el coste del producto, la lógica de la competencia implica que la corporación que incurra en menores costes laborales, fiscales y medioambientales, la más nociva, es la que gana. Esa dinámica se mantendrá incluso aunque provoque un empobrecimiento general de la población que reduzca los beneficios de las corporaciones. En efecto, la mayoría de los mercados son controlados por unas pocas corporaciones de forma oligopólica. Cualquiera de ellas que pretendiera, por ejemplo, subir los salarios, dejar más dinero en manos de la gente para aumentar las ventas de sus productos, quedaría en desventaja con el resto de competidores si estos no siguen la misma filosofía. Incluso aunque llegasen a un acuerdo entre ellas, en forma de lobby, el incentivo de cualquiera de las mismas para saltarse ese acuerdo es muy fuerte, ya que siempre es posible beneficiarse de no colaborar si el opuesto lo hace, es un escenario que en teoría de juegos se denomina “Tragedia de los comunes”.
Por último, la estructura de propiedad de esta institución, en general constituida por acciones comercializables en bolsa, complica todavía más la situación. Podemos pensar que quizás algunos propietarios, algunos accionistas, puedan sentir cierta preocupación por el impacto social de la corporación en su entorno, pero lo que está claro es que todos buscan beneficio económico. La propiedad ha quedado desvinculada de la gestión hasta el punto que para la mayoría de las personas las acciones son prácticamente como el dinero, salvo por el hecho de que su valor sube o baja según el apetito de un mercado por esos papeles, que en realidad son títulos de propiedad. Cualquiera que observe las publicaciones económicas, con una mayor o menor sensibilidad social, más hacía la izquierda o más hacía la derecha, podrá observar que cuando se habla de la valoración en bolsa de las acciones de tal o cual empresa en ningún momento se valora si esta empresa tiene un impacto positivo o negativo en su entorno.
Por tanto los daños que produce está institución son intrínsecos a su funcionamiento y sólo en ocasiones excepcionales y en general empresas pequeñas, que no coticen en bolsa, podrán adoptar un comportamiento socialmente responsable, pese a que las Relaciones Públicas creadas por Edward Bernays y que han moldeado la conciencia del ser humano a lo largo del siglo XX, incapacitándole para cualquier tipo de acción social, nos digan lo contrario.
A principios de este siglo John Stauber y Sheldom Rampton publicaron el libro Trust Us, We're Experts (Confía en nosotros, somos expertos)
Por último, la estructura de propiedad de esta institución, en general constituida por acciones comercializables en bolsa, complica todavía más la situación. Podemos pensar que quizás algunos propietarios, algunos accionistas, puedan sentir cierta preocupación por el impacto social de la corporación en su entorno, pero lo que está claro es que todos buscan beneficio económico. La propiedad ha quedado desvinculada de la gestión hasta el punto que para la mayoría de las personas las acciones son prácticamente como el dinero, salvo por el hecho de que su valor sube o baja según el apetito de un mercado por esos papeles, que en realidad son títulos de propiedad. Cualquiera que observe las publicaciones económicas, con una mayor o menor sensibilidad social, más hacía la izquierda o más hacía la derecha, podrá observar que cuando se habla de la valoración en bolsa de las acciones de tal o cual empresa en ningún momento se valora si esta empresa tiene un impacto positivo o negativo en su entorno.
Por tanto los daños que produce está institución son intrínsecos a su funcionamiento y sólo en ocasiones excepcionales y en general empresas pequeñas, que no coticen en bolsa, podrán adoptar un comportamiento socialmente responsable, pese a que las Relaciones Públicas creadas por Edward Bernays y que han moldeado la conciencia del ser humano a lo largo del siglo XX, incapacitándole para cualquier tipo de acción social, nos digan lo contrario.
A principios de este siglo John Stauber y Sheldom Rampton publicaron el libro Trust Us, We're Experts (Confía en nosotros, somos expertos)
en el que denuncian cómo las corporaciones están manipulando incluso la ciencia. Según estos autores hoy en día toda la investigación científica está orientada al beneficio económico, incluso las corporaciones han acuñado el sintagma “ciencia chatarra” para la ciencia de base. Pero la auténtica ciencia chatarra es la orientada al beneficio inmediato de inventar juguetes destinados a cubrir necesidades creadas por las propias corporaciones en base a estilos de vida, la idea de uno mismo que tienen los individuos de una sociedad aparentemente opulenta que se cae a pedazos. Las implicaciones del libro son terribles puesto que la población confía en el progreso científico como salida a la encrucijada en la que se encuentra el planeta, para hacer nuestra sociedad sostenible.
El movimiento anti-corporativo ha cosechado importantes victorias, por ejemplo el Instituto por el trabajo global y los derechos humanos, consiguió de Wall-Mart y GAP rectificaciones públicas y cambios en su política laboral en los países emergentes donde empleaban a menores de edad. Recientemente ha sido un éxito mediático la historia de una niñera americana de 22 años que a través de una petición en Change.org consiguió que Bank of America retirase las comisiones que pretendía cobrar por el uso de las tarjetas de débito.
La actividad de las corporaciones nos influye en nuestro día a día incluso aunque no seamos conscientes de ello, por ejemplo, sabemos gracias a wikileaks que la funesta Ley Sinde fue impulsada durante años por la embajada de EEUU en España. Detrás del interés de EEUU estaba la Motion Picture Association, un lobby que agrupa a las principales productoras de cine americano: Disney, Paramount, Twenty Century Fox, Universal, Warner Brothers y Sony Pictures. En uno de los cables de la embajada en Madrid filtrados por wikileaks se puede observar esto claramente, el embajador le dice a Rajoy “El presidente de la Motion Picture Association of America me llamo ayer para comentarme su preocupación sobre España. En un reciente estreno en Madrid los ejecutivos de Warner Brothers comentaron que las ventas de nuevas películas en DVD habían caído un 80 por ciento”.
Pese a protestas masivas el reglamento que desarrolla la Ley Sinde ha sido finalmente aprobado por el nuevo gobierno mientras en EEUU se debatía la SOPA, una ley tremendamente restrictiva, que finalmente no fue aprobada. Casualmente, tras el fracaso de la SOPA, un tema de gran importancia pero menor de cara a la opinión pública, los periódicos nos ofrecieron portadas sorprendentes
El movimiento anti-corporativo ha cosechado importantes victorias, por ejemplo el Instituto por el trabajo global y los derechos humanos, consiguió de Wall-Mart y GAP rectificaciones públicas y cambios en su política laboral en los países emergentes donde empleaban a menores de edad. Recientemente ha sido un éxito mediático la historia de una niñera americana de 22 años que a través de una petición en Change.org consiguió que Bank of America retirase las comisiones que pretendía cobrar por el uso de las tarjetas de débito.
La actividad de las corporaciones nos influye en nuestro día a día incluso aunque no seamos conscientes de ello, por ejemplo, sabemos gracias a wikileaks que la funesta Ley Sinde fue impulsada durante años por la embajada de EEUU en España. Detrás del interés de EEUU estaba la Motion Picture Association, un lobby que agrupa a las principales productoras de cine americano: Disney, Paramount, Twenty Century Fox, Universal, Warner Brothers y Sony Pictures. En uno de los cables de la embajada en Madrid filtrados por wikileaks se puede observar esto claramente, el embajador le dice a Rajoy “El presidente de la Motion Picture Association of America me llamo ayer para comentarme su preocupación sobre España. En un reciente estreno en Madrid los ejecutivos de Warner Brothers comentaron que las ventas de nuevas películas en DVD habían caído un 80 por ciento”.
Pese a protestas masivas el reglamento que desarrolla la Ley Sinde ha sido finalmente aprobado por el nuevo gobierno mientras en EEUU se debatía la SOPA, una ley tremendamente restrictiva, que finalmente no fue aprobada. Casualmente, tras el fracaso de la SOPA, un tema de gran importancia pero menor de cara a la opinión pública, los periódicos nos ofrecieron portadas sorprendentes
que a mi me recuerdan mucho a Edward Bernays. Tras el cierre de MegaUpload los internautas proponen un boicot llamado marzo negro. No tendrá impacto en la industria puesto que está muy mal planteado. Pretende abarcar a todos los productos culturales y las acciones de este tipo que han tenido éxito siempre han sido dirigidas contra empresas concretas, nunca contra algo tan amplio como un mercado, ni mucho menos un agregado de varios mercados distintos como es “la cultura”. Hay que tener en cuenta el aletargamiento de la conciencia colectiva bajo el mantra de la falta de alternativas, y precisamente la acción tal y como está planteada no ofrece demasiadas alternativas. Iguala a un productor de cine independiente como Michael Moore con las empresas que financian las campañas electorales americanas y que llaman a la embajada española para comprobar los progresos de la Ley Sinde y no ofrece una alternativa al usuario. Hay que tener en cuenta que aunque el objetivo de cualquier corporación es el beneficio económico, este sólo se puede asegurar en el medio y largo plazo controlando un mercado, por lo que la gran preocupación de esta institución y como más fácilmente se puede actuar sobre ella es a través de la competencia. Adoptar un punto de vista excesivamente purista, según el cual todas son iguales, sólo conduce al fracaso por medio del mantra de la falta de alternativas. Puestos a buscar razones, que a priori parecen evidentes, se podría haber reparado en que las empresas que están detrás de la Ley Sinde y de la SOPA acumulan denuncias por su escasa identificación con los derechos humanos.
La propuesta de No Logo: El poder de las marcas ha sido criticada puesto que asumiríamos que somos consumidores y utilizaríamos herramientas propias del capitalismo, como es la competencia en un mercado. Es una crítica que considero falaz, puesto que se olvida que la realidad es dialéctica y que por tanto la utopía, la sociedad que queremos lograr (suponiendo que la mayoría de la gente considerase que no debe ser capitalista, lo que está por ver), no es más que un modelo teórico inalcanzable. A cada acción, le sigue su reacción, y no se puede afirmar a ciencia cierta que una acción de boicot a un producto sometido a una competencia en un mercado puede perpetuar una conciencia colectiva capitalista. En los setenta el cambio de conciencia individual podría parecer algo positivo, sin embargo condujo a un capitalismo más exacerbado. Por otro lado, la competencia no es una característica exclusiva del capitalismo, cierto es que nos la han querido vender como una cosmovisión, pero no debemos negar que es una característica del ser humano junto con la cooperación. Una sociedad futura podría potenciar la cooperación, al contrario de lo que se hace actualmente, pero en un mundo libre nunca se podrá eliminar la competencia.
Tenemos una tarea por delante difícil y compleja, por no decir titánica, restaurar una conciencia individual que vaya más allá de la autosatisfacción y de la autoexpresión para aprehender que las raíces de nuestros males son sociales y que sólo podrán ser arrancadas socialmente. Lo que nos propone Naomi Klein en su libro, a mi juicio, no es abandonar el campo de batalla tradicional de la política, sino ampliar el campo de batalla.