jueves, 19 de marzo de 2015

Economía y necesidades humanas: El caso de la cuidadora de Illescas que llevó a la ruina a su empleadora


En economía, las teorías neoclásica, austriaca y keynesiana, parten de lo que se denomina teoría de la utilidad marginal. Cuando digo “parten”, me refiero a que esta teoría constituye su auténtico punto de partida, su base, los cimientos de todo el edificio intelectual, dado que con esta teoría explican la formación de los precios, y ¿hay algo más importante que los precios? Según la última versión neoliberal, debida a Hayek, pero asumida de forma general, el mercado sería el procesador de información más potente y preciso que existe. El culto al dios “Mano, el invisible” le atribuye la omnisciencia como característica más destacada, a pesar de las numerosas evidencias en contra de esta afirmación.

Frente a la teoría de la utilidad marginal surge como su “némesis”, la teoría del valor trabajo marxista. En realidad, cuando uno llega a estas cuestiones con cierta edad y bagaje cultural, enseguida percibe que es difícil entender una teoría sin la otra. Una defiende que el valor lo da el trabajo (y que por tanto el trabajador es explotado) y la otra que el valor es totalmente subjetivo, depende de la “utilidad” que las personas atribuyen individualmente a un bien, sin relación alguna con el trabajo empleado en producirlo. No hay que ser muy inteligente para comprender desde el primer momento que ambas teorías son falsas, el valor lo crea, sobre todo, aunque no de forma exclusiva, la energía (parte de esa energía puede ser trabajo humano) y el descubrimiento (el ingenio humano), tal y como ya explicó Frederick Soddy hace años. Sin embargo, su sentido común fue ignorado por los ortodoxos de todos los partidos, más interesados en usar las ideas como arma política que en adaptar sus teorías a los hechos.

Pero dejemos esto a un lado, dado que podría llevarnos a una discusión “escolástica” sobre el sexo de los ángeles. Los defensores de la teoría de la utilidad marginal se encuentran muy a gusto en ese terreno, lejos de los hechos que podrían enturbiar sus bonitas teorías.


Por el contrario, intentaremos bajar a la tierra y explicar un caso particular desde el punto de vista de la teoría de la utilidad marginal y desde otros puntos de vista heterodoxos, algunos relativamente nuevos, otros olvidados ya hace tiempo, pero que tienen en común hacer hincapié en la vertiente social del valor, aspecto que complementa enormemente el punto de vista de Frederick Soddy.

Es el caso de una cuidadora de Illescas (Toledo) que fue sacando de la cuenta de su empleadora medio millón de euros, hasta dejarla “en la más absoluta pobreza”. Tras ganarse su confianza, la cuidadora consiguió que su víctima concentrara todo su dinero en una cuenta a nombre de las dos, y de allí fue sacando el dinero a lo largo de cuatro años, hasta dejar la cuenta a cero. Así, esta cuidadora, sus dos hijos y su expareja “empezaron a comprar joyas de manera habitual, comían casi a diario en restaurantes, compraban en centros comerciales, viajaban, se inscribían en cursos aeronáuticos. Lo más llamativo para los vecinos de Illescas: la cuidadora llegó a comprar nueve coches para sus hijos y uno más para su ahora expareja”. Finalmente, y tras una denuncia la guardia civil los arrestó y “En el registro domiciliario los agentes encontraron electrodomésticos, aves exóticas, televisores, equipos de sonido, numerosas réplicas de armas de fuego y joyas, todo ello valorado en más de 50.000 euros.”


La futilidad de la utilidad marginal

Lo más importante de la teoría de la utilidad marginal es el adjetivo “marginal”. Dicho adjetivo hace referencia a la última unidad consumida de un bien, que precisamente es la última porque el consumo de una unidad adicional disminuiría la satisfacción total que nos ofrece el consumo de ese bien. Se suele poner el ejemplo de los pasteles.

Supongamos, por ejemplo, que entramos en una pastelería para merendar. El primer dulce nos producirá mucha satisfacción; el segundo ya no nos gustará tanto. Si seguimos tomando pasteles llegará un momento en que nos sentiremos saciados. Cualquier pastel consumido después de la saciedad nos resultará desagradable. La utilidad marginal de los pasteles, es decir, la utilidad proporcionada por el último pastel consumido, se ha ido haciendo cada vez menor hasta llegar a ser negativa.


¿Y qué es la utilidad? Pues no queda muy claro, aunque se define como la satisfacción obtenida de usar, poseer o hacer algo. Nada dice la teoría sobre de dónde viene esa satisfacción, si de suplir necesidades básicas humanas o animales, si de necesidades sociales o culturales, imbuidas en el individuo en el proceso de endoculturación, o, en el caso de nuestra sociedad moderna de consumo, como diría John Kenneth Galbraith, creadas, fabricadas a través de la publicidad por las propias empresas. De hecho, el problema de cómo medir la utilidad atormentó en su día a los economistas, Stanley Jevons propuso una unidad de medida llamada “útiles”, que se podría medir en un futuro con un hedonómetro, pero finalmente se impuso la idea de Alfred Marshall de que la utilidad se debía medir a través del dinero. La utilidad se mide por lo que el consumidor esté dispuesto a pagar. Aquí una vez más se confunde lo que se mide con la vara de medir, no es de extrañar la crítica que hizo Joan Robinson: "La utilidad es la calidad de los productos básicos que hace que las personas quieren comprar, y el hecho de que las personas quieran comprar los productos básicos muestra que tienen utilidad".

Visto en perspectiva, lo más destacado de este planteamiento es que permite el tratamiento matemático a través del cálculo diferencial desarrollado por Newton y Leibniz. Jevons llegó a afirmar que había que hacer “una mecánica de la utilidad”, por lo que es evidente que existía un deseo consciente de encontrar un planteamiento matematizable. Esto es un hecho histórico contrastado. Volviendo al ejemplo de los pasteles, si en lugar de unidades discretas, consideramos medios pasteles, cuartos de pasteles, fracciones infinitesimales de pasteles, la función de utilidad resulta ser una función continua y derivable, que alcanza un máximo cuando la derivada es igual a cero. El ser humano, según este planteamiento, es una máquina de calcular que busca maximizar la utilidad, y podemos saber que resultará de todo ello haciendo unas derivadas y resolviendo unas ecuaciones. Es evidente como el objetivo de este planteamiento es precisamente llegar de forma sencilla a una expresión matemática de los problemas económicos. La realidad debe adaptarse al formalismo matemático, en lugar de adaptar las matemáticas a la realidad.

Estas son las premisas mediante las cuales debemos afrontar, según la economía convencional, el problema de la cuidadora de Illescas. La conclusión obvia es que la cuidadora, a lo largo de cuatro años, maximizo su función personal de utilidad gracias al medio millón de euros de su empleadora. En este punto la teoría económica parece funcionar bien, ante todo somos seres egoístas ¿qué más nos da dejar en la miseria a alguien para comprar pájaros, televisiones, equipos de sonido y coches? Es lo que se supone que haríamos todos si nos dejasen, por eso debe existir un estado que proteja los derechos de propiedad. Ya sabéis, “el hombre es un lobo para el hombre”, según el padre del liberalismo.

Llama la atención, sin embargo, por un lado que la función de utilidad de la cuidadora esté tan relacionada con los bienes de consumo de sus hijos, y por otro lado la destacada utilidad del automóvil, sin parangón con otro bien. Uno podría pensar que un automóvil sirve para desplazarse, que teniendo una unidad queda cumplida esa función, y que por tanto el máximo de utilidad es precisamente un automóvil. Eso en el mejor de los casos, porque si tenemos en cuenta lo que nos dice Ferran P. Villar citando a Ivan Illich

¿Qué ocurre si al denominador añade usted el tiempo empleado en obtener el ingreso que le permitió comprar el coche, le permite mantenerlo y adquirir el carburante, etc.? Convendrá conmigo en que es interesante tenerlo en cuenta, y que lo más seguro es que hasta ahora usted lo haya omitido o haya pensado poco en ello. Pues bien. Si tomamos valores medios de todas las variables de estado del sistema que estamos considerando (salario, precio y duración de vida del vehículo, mantenimiento, consumo, distancia recorrida, etc.) resulta que la velocidad media de un coche medio de una persona media es muy parecida a la de una bicicleta. Es lo que el obispo y filósofo Ivan Illich denominaba contraproductividad.

Una conclusión razonable es que un automóvil resulta provechoso, es decir, tiene utilidad, para las personas con salarios muy elevados, cuyo tiempo de trabajo se pueda cambiar por mucho dinero. Eso les permite emplear pocas horas de dedicación a la compra y mantenimiento del automóvil, de forma que la velocidad media sube por encima de la de la bicicleta. Entonces ¿qué sentido tiene adquirir nueve coches, cuatro coches y medio por hijo? Nada nos dice la teoría de la utilidad marginal sobre esto, sólo que la utilidad del automóvil para la cuidadora era extremadamente alta, hasta el punto que cuando el sentido común nos dice que para cualquier persona el máximo de utilidad se obtendría, en todo caso, con un automóvil (o quizás cero), para ella la utilidad del automóvil no disminuía con la primera unidad, ni con la segunda, ni con la cuarta. La utilidad es una cuestión subjetiva, individual, y en el caso que nos ocupa la función de utilidad es particularmente sensible a los vehículos motorizados de cuatro ruedas.


La clase ociosa y el consumo conspicuo, una carrera sin fin hacia ninguna parte

Para Thorstein Bunde Veblen, economista americano de principios de siglo, padre de la escuela institucionalista americana, los seres humanos se guían por instintos y hábitos y no por el cálculo. En definitiva, la conducta no es maximizadora, sino rutinaria.

Veblen concibió la conducta humana como una interacción entre instituciones e instintos, entendiendo por instituciones las formas de pensar arraigadas, una forma de ver el mundo que nos viene dada socialmente.

Las instituciones son, en sustancia, hábitos mentales predominantes con respecto a relaciones y funciones particulares del individuo y de la comunidad.

Dichas instituciones se ven moldeadas a su vez por dos efectos, las circunstancias materiales (fundamentalmente el cambio técnico) y los instintos. Frente a la ubicuidad del egoísmo en la economía tradicional, Veblen atribuía al ser humano cinco instintos: la emulación, el instinto de trabajo eficaz, la curiosidad ociosa, el instinto de autoconservación o depredador y la inclinación parental.


El comportamiento, en suma, deriva del juego entre instituciones e instintos y a su vez las instituciones se ven modeladas por el comportamiento individual y las circunstancias materiales.

En su Teoría de la clase ociosa, una teoría del consumo, Veblen señala como la evolución técnica de la humanidad ha ido aparejada con el abandono paulatino de prácticas predatorias como base para la buena reputación y la estima social, siendo sustituidas por la acumulación de bienes materiales. El planteamiento está muy alejado del de la economía ortodoxa, los bienes no se adquieren porque proporcionen utilidad en sí mismos, sino porque proporcionan una distinción (posteriormente Pierre Bourdieu, entre otros, recuperó y desarrolló este concepto) respecto al resto de la comunidad. Aquí un ortodoxo alegaría que ellos no entran a valorar qué confiere su utilidad a un bien, y que por tanto esta puede encontrarse en proporcionar una distinción. Sí, es cierto, la teoría de la utilidad permanece en la indefinición en ese sentido, es precisamente eso lo que nos impide alcanzar conclusiones de gran calado, a las que sí llega Veblen:

Si, como se supone a veces, el incentivo para la acumulación fuese la necesidad de subsistir o de comodidad física, sería concebible que en algún momento futuro con el aumento de la eficiencia industrial se pudiera satisfacer el conjunto de necesidades económicas de la comunidad; pero como la lucha es sustancialmente una carrera en pos de la reputación basada en la comparación valorativa, no es posible aproximarse siquiera a una solución definitiva.

Hay dos formas de vencer en esa lucha por la reputación, a través del ocio y a través del consumo conspicuo. Ambas son formas de mostrar a los demás la capacidad pecuniaria, es decir, el éxito, porque ambas son actitudes “derrochadoras”, una de tiempo, otra de bienes, si bien Veblen señala con acierto que la tendencia de la sociedad de su época es ir abandonando la ociosidad, como símbolo de éxito, en favor del consumo conspicuo.

Aquí entra de lleno el instinto de emulación, el cual nos aporta una explicación muy interesante del comportamiento de la cuidadora.

El patrón de gastos que guía generalmente nuestros esfuerzos no es el gasto medio ordinario ya alcanzado; es un ideal de consumo que está fuera de nuestro alcance […], o que exige algún esfuerzo para poderlo alcanzar y toda clase […] trata de emular a la clase situada por encima de ella en la escala social […]; ello quiere decir que nuestro patrón de decoro en materia de gastos, como en los demás aspectos donde interviene la emulación, lo establece el uso de quienes se encuentran inmediatamente por encima de nosotros en punto a reputación.

Y ¿qué bien más adecuado para mostrar nuestro nivel de derroche que el automóvil? Los viajes turísticos, una propiedad en una zona residencial de moda, son bienes y servicios que pueden satisfacer sin duda el instinto de emulación, pero el automóvil es el bien de consumo conspicuo por excelencia. Ningún otro define nuestro nivel de consumo de forma inmediata como el automóvil (no podemos, o sería de mala educación, llevar signos externos de haber realizado un viaje exótico, o de tener una casa en La Moraleja), excepto la ropa, pero no es lo mismo llevar 2.000 euros en ropa y joyas, que llevar un coche de 60.000 euros.

Veblen también da una explicación de lo que podríamos denominar el comportamiento “compulsivo” de la cuidadora ¿Por qué hablo de compulsión? Medio millón de euros libres de impuestos, considerando que vivimos sólo del capital y no nos molestamos en obtener una renta de esa cantidad (si trasladamos esa cantidad al mercado inmobiliario, daría para comprar cinco pisos de 100.000 euros, alquilables por 550-650 euros mensuales), dan para vivir de forma holgada durante diez años y para vivir de forma austera durante veinte años. Sin embargo, el dinero gastado de forma compulsiva se agotó en cuatro años.

una vez que el individuo ha formado el hábito de buscar expresión dentro de una línea determinada de gasto honorífico […] no abandona tal gasto habitual sino con la máxima repugnancia

Como dicen en la India, y popularizó en occidente Nietzsche, “quién cabalga un tigre, no se apea fácilmente de él”. Mejor cabalgar un caballo, un burro, o nada, si se tiene intención de mantener la libertad.


Necesidades humanas, un asunto incómodo para la economía

Tal y como nos cuenta Fernando Esteve en esta entrada, la economía ortodoxa realiza al menos tres premisas en torno a las necesidades humanas. En primer lugar, considera las necesidades ilimitadas, si no lo hiciese así, si las necesidades pudiesen saturarse, la demanda estaría en el aire. En segundo lugar, niega que las necesidades puedan variar de forma caprichosa, que puedan ser fácilmente cambiadas por las empresas mediante la publicidad, por ejemplo, dado que en ese caso, habría un serio problema para relacionar la satisfacción de las necesidades con el bienestar (si te compras el iPhone6 que es el último grito, y poco tiempo después aparece un iPhone7 que deja obsoleto al anterior ¿Cuánto disminuye tu bienestar?). En tercer lugar, no debe existir una jerarquía de necesidades, porque en caso contrario sería difícil argüir que se elige entre una cesta de bienes ponderándolos según sus precios relativos (es nuevamente un requisito del formalismo matemático, que cada bien que satisface una necesidad pueda ser intercambiado por otro, de forma que la función de utilidad sea continua y derivable).

Este tercer punto ya fue criticado por economistas como Nicholas Georgescu-Roegen, que señalaron que no puedo dejar de consumir pan y compensar eso con un mayor consumo de zapatos. Los bienes no son todos perfectamente sustituibles, hay por tanto un Principio de Irreductibilidad de las Necesidades. Tal y como lo expresaba el economista rumano:

El pan no puede salvar a nadie de morir de sed; vivir en un lujoso palacio no constituye un sustituto de la comida (…) no todas las necesidades pueden reducirse a un denominador común (…) el principio de Irreductibilidad de las Necesidades parece haber escapado a la atención de los economistas neoclásicos.

Según esto, una jerarquía de necesidades como la establecida por Abraham Maslow tiene mucho sentido.


Pero para nuestro análisis utilizaremos otra categoría, la establecida por Manfred Max-Neef en su libro Desarrollo a escala humana. La relevancia del planteamiento de Max-Neef es que establece una taxonomía de necesidades universales, válidas transculturalmente, siempre y cuando sepamos distinguir entre necesidades, satisfactores y bienes económicos. Quién mejor lo explica es el propio economista chileno.

Se ha creído, tradicionalmente, que las necesidades humanas tienden a ser infinitas, que están constantemente cambiando, que varían de una cultura a otra, y que son diferentes en cada periodo histórico. Nos parece que tales suposiciones son incorrectas, puesto que son producto de un error conceptual.
El típico error que se comete en la literatura y análisis acerca de las necesidades humanas es que se explicita la diferencia fundamental entre lo que son propiamente necesidades y lo que son satisfactores de esas necesidades. Es indispensable hacer una distinción entre ambos conceptos, por motivos tanto epistemológicos como metodológicos.
La persona es un ser de necesidades múltiples e interdependientes. Por ello las necesidades humanas deben entenderse como un sistema en las que se interrelacionan e interactúan. Simultaneidades, complementariedades y compensaciones son características de la dinámica del proceso de satisfacción de necesidades.
Las necesidades humanas pueden desagregarse conforme a múltiples criterios, y las ciencias humanas ofrecen en este sentido una vasta y variada literatura. En este documento se combinan dos criterios posibles de desagregación: según categorías existenciales y según categorías axiológicas. Esta combinación permite operar con una clasificación que incluye, por una parte, las necesidades de Ser, Tener, Hacer y Estar, y, por la otra, las necesidades de Subsistencia, Protección, Afecto, Entendimiento, Participación, Ocio, Creación, Identidad y Libertad. Ambas categorías de necesidades pueden combinarse con la ayuda de una matriz.


De la clasificación propuesta se desprende que, por ejemplo, alimentación y abrigo no deben considerarse como necesidades, sino como satisfactores de la necesidad fundamental de subsistencia. Del mismo modo, la educación (ya sea formal o informal), el estudio, la investigación, la estimulación precoz y la meditación son satisfactores de la necesidad de entendimiento. Los sistemas curativos, la prevención y los esquemas de salud, en general, son satisfactores de la necesidad de protección.
Habiendo diferenciado los conceptos de necesidad y de satisfactor, es posible formular dos postulados adicionales. Primero: Las necesidades humanas fundamentales son finitas, pocas y clasificables. Segundo: Las necesidades humanas fundamentales (como las contenidas en el sistema propuesto) son las mismas en todas las culturas y en todos los periodos históricos. Lo que cambia, a través del tiempo y de las culturas, es la manera o los medios utilizados para la satisfacción de las necesidades.

No es difícil encuadrar el comportamiento de la cuidadora dentro de este esquema, la necesidad fundamental que trataba de satisfacer con su conducta es la identidad. El satisfactor, aunque Max-Neef no lo cita sería “reconocimiento”, ser reconocido por los demás. Sin embargo, la cuidadora eligió mal, ya que no se trata de un auténtico satisfactor, sino de un pseudo-satisfactor.

Los pseudo-satisfactores son elementos que estimulan una falsa sensación de satisfacción de una necesidad determinada. Sin la agresividad de los violadores o destructores, pueden en ocasiones aniquilar, en un plazo mediato, la posibilidad de satisfacer la necesidad a que originalmente apuntan. Su atributo especial es que generalmente son inducidos a través de propaganda, publicidad u otros medios de persuasión.

Satisfactor
Necesidad que aparenta satisfacer
1. Medicina mecanicista: A pill for every ill
Protección
2. Sobreexplotación de recursos naturales
Subsistencia
3. Nacionalismo chauvinista
Identidad
4. Democracia formal
Participación
5. Estereotipos
Entendimiento
6. Indicadores económicos agregados
Entendimiento
7. Dirigismo cultural
Creación
8. Prostitución
Afecto
9. Símbolos de status
Identidad
10. Productivismo eficientista obsesivo
Subsistencia
11. Adoctrinamiento
Entendimiento
12. Limosna
Subsistencia
13. Modas
Identidad

Pertenencia, coherencia, diferencia, autoestima, eran los satisfactores adecuados de la necesidad de Identidad y de Ser, cuadrante en el que pondríamos la finalidad de la conducta de la cuidadora.

Como los símbolos de status y el consumo conspicuo no son satisfactores auténticos, nunca nos sentimos saciados de ellos, razón que explica la conducta compulsiva, como el adicto a una droga que apenas es capaz de disfrutar del breve interludio entre dosis y dosis, ya que su pensamiento y su imaginación le llevan a anticipar en su mente el siguiente chute, antes de sentir físicamente la abstinencia.

En este caso podríamos hablar también de la inhibición de otras necesidades, incluso aunque no parece encajar del todo en la definición

Los satisfactores inhibidores son aquellos que por el modo en que satisfacen (generalmente sobresatisfacen) una necesidad determinada, dificultan seriamente la posibilidad de satisfacer otras necesidades. Su atributo es que salvo excepciones, se hallan ritualizados, en el sentido de que suelen emanar de hábitos arraigados

Satisfactor
Necesidad
Necesidad cuya satisfacción se inhibe
1. Paternalismo
Protección
Entendimiento, Participación, Libertad, Identidad.
2. Familia sobreprotectora
Protección
Afecto, Entendimiento, Participación, Ocio, Identidad, Libertad.
3. Producción tipo Taylorista
Subsistencia
Entendimiento, Participación Creación, Identidad, Libertad.
4. Aula autoritaria
Entendimiento
Participación, Creación, Identidad, Libertad.
5. Mesianismos (milenarismos)
Identidad
Protección, Entendimiento, Participación, Libertad.
6. Permisividad ilimitada
Libertad
Protección, Afecto, Identidad, Participación.
7. Competencia económica obsesiva
Libertad
Subsistencia, Protección, Afecto, Participación, Ocio.
8.Televisión comercial
Ocio
Entendimiento, Creación, Identidad.

En efecto ¿acaso con su comportamiento la cuidadora no inhibía la satisfacción de la necesidad de creación, uno de cuyos satisfactores es el trabajo? En términos de Veblen, podríamos decir que actuaba en contra del instinto de trabajo eficaz. Es posible imaginar que ello aumentaba su insatisfacción, el vacío interior, pero allí estaba el dinero en la cuenta para acceder a los automóviles, joyas, televisiones “¿Otra dosis? Todavía queda suficiente dinero, a partir de ahora lo gestionaré con más prudencia.”

Mientras la utilidad marginal es una tautología con la que algunos aficionados a la metafísica se lo pasan en grande mientras los poderosos les pagan generosamente por ello, las teorías de Veblen y Manfred Max-Neef nos abren una perspectiva que nos puede ser útil, tanto a nivel personal como colectivo. En sus manos está aprovechar estos conocimientos, querido lector, no le deseo, ni nos deseo a todos como civilización, la suerte de la cuidadora de Illescas.

28 comentarios:

  1. Que vengan los praxeólogos, jeje

    Un saludo

    ResponderEliminar
  2. Gran entrada Jesús como todo tu blog, Es que te leo y me quedo estupefacto lo bien que explicas conceptos tan complejos de manera tan sencilla y amena pero sin perder hondura, para ti mi admiración, tienes madera de gran divulgador. Precisamente porque valoro mucho bien fundado criterio me gustaría, si no es abusar, conocer tu sincera opinión sobre esto que me encontré el otro día brujuleando en la red-> https://esmola.wordpress.com/2015/03/16/la-riqueza-es-infinita/ aunque solo fueran dos palabras (por cierto en la sección de comentarios yo soy "fouche" el de la parrafada más larga).

    Gracias por adelantado y saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Fouche por tus palabras de ánimo,

      No había hecho nunca aquí en La Proa del Argo el análisis teórico de un caso práctico, y cuando vi el caso de la cuidadora enseguida pensé que podía ser provechoso contrastarlo con alguns teorías económicas.

      Bien, respecto al artículo que enlazas, está plagado de errores, es según su propia definición "una magufada". Sus planteamientos son infantiles.

      En primer lugar, el famoso antropólogo Marshall Shalins habló de la "sociedad opulenta" para referirse a una sociedad que vivía en la edad de piedra. La riqueza material de esa sociedad, comparada con la nuestra era paupérrima, sin embargo tenían una vida espiritual rica, mucho ocio, mucha vida pública y social. La palabra clave es complejidad, nuestra sociedad es compleja pero eso no asegura satisfacer mejor las necesidades humanas.

      Bien, analicemos desde este punto de vista el ejemplo del oncólogo. Seguramente el autor de ese blog no ha leído a Joseph Taintier y su libro "The collapse of complez societies", precisamente el autor australiano nos muestra que la complejidad (que haya universidades, publicaciones científicas, que uno se pueda especializar en algo tan específico como la oncología, que eso sea accesible a una gran parte de la población) va creando conflictos que deben resolverse con instituciones de acción colectiva (empezando por el gobierno, la consejería de sanidad, hasta bases de datos en un ordenador en un CPD en la nube que reenvían los artículos científicos, etc). Todo eso requiere una cosa: energía. Y cada vez más. Sin energía la complejidad decrece, en lugar de crecer. El ejemplo que pone del ordenador es paradigmático, actualmente internet consume una parte sustancial de la electricidad mundial, y la tierra, la sílice, debe fundirse a alta temperatura para hacer un chip.

      Respecto al conocimiento, no es mi especialidad, es cierto que sigue aumentando lo que se discute mucho es el ritmo, para algunos el ritmo se acelera, para otros el ritmo se está frenando a una velocidad atroz. Hay una portada de TIME que dice "Me prometisteis colonias en Marte y me dais facebook". Es un tema interesante, pero sólo el conocimiento no basta, hace falta energía.

      un saludo,

      Eliminar
    2. Con Tainter estoy. He leído a Diamond, algo de Carlos Taibo, Galbraith -además de estar esperando el de la espiral de la energía de Durán y Reyes- y blogs de la calidad del tuyo y el de Turiel, de hecho fui a verlo a la charla que dio en, si mal no recuerdo, noviembre pasado en Valencia. Me gusta ver con que rigor desmontas las múltiples trampas de estos filisteos y si me tuviera que quedar con un frase que captara la esencia de esta entrada seria esa de "...la realidad debe adaptarse al formalismo matemático, en lugar de adaptar las matemáticas a la realidad" porque al final, me parece a mi, todo se reduce a eso. Para acabar decirte que tuve un profesor de ciencias que decía una cosa muy bonita y creo, muy cierta, y era algo así de que la sociedad avanza por los márgenes. Me gusta pensar que gente como Turiel, tu mismo y los que me dejo en el tintero por -mala memoria o desconocimiento- sois esos "outsiders" necesarios que con vuestro esfuerzo desinteresado arrojáis un poco -o un mucho- de luz sobre este ensordecedor ruido de fondo en el que vivimos para que cuando en el futuro mire a la cara de mis sobrinoss ellos me puedan decir: ¿pero tío como es que le dabais crédito a las pavadas del Von Hayek ese?.

      Gracias por tu respuesta Jesús.

      Eliminar
    3. Gracias a ti y perdona por las erratas de la respuesta.

      un saludo,

      Eliminar
    4. Sólo un detalle, la información también es energía. Cada bit de información requiere un sustrato físico para su almacenamiento (incluido el cerebro humano) y un canal físico para su manipulación y transmisión.
      Por otra parte sigue aumentando la cantidad de información que se almacena y distribuye, pero no así el conocimiento. En un artículo de Investigación y Ciencia se trataba este tema y llegaba a la conclusión de que el conocimiento científico básico ha ido ralentizando su avance en las últimas décadas. Casualmente coincide con el avance del neoliberalismo y la mercantilización de las universidades y centros de investigación.

      Eliminar
    5. Buenas namanga,

      Gracias por tu aporte. Yo había leído algo hace tiempo al respecto en The Oil Crash, he intentado volver a encontrarlo y me sale esto

      http://crashoil.blogspot.com.es/2013/04/el-cenit-tecnologico.html

      que no es lo que yo había leído en su día, pero va en la misma línea.

      Si fueses tan amable de dejar un link al artículo que citas, creo que nos sería de gran interés a muchos de los que por aquí transitamos.

      un saludo

      Eliminar
    6. Buenas Jesús

      No estoy seguro pero a ver si es este el enlace que buscas de Turiel:

      http://crashoil.blogspot.com.es/2011/11/el-cenit-del-conocimiento.html

      Lo leí en su momento y creo que va en la línea de lo que dice namanga. Por lo que a mi respecta en esto estoy de vuestro lado en el sentido de que el conocimiento ha ido de la mano de la disponibilidad de un plus energético. Pensemos en la revolución urbana que se da en el IV milenio en Mesopotamia y que solo fue posible a la extraordinaria productividad de aquellas, antaño, fértiles tierras bañadas por el Tigris y el Eufrates y que llegaban a producir unos considerables excedentes agrícolas -energía- lo cual hizo posible la especialización de los individuos que formaban estas sociedades y la estructura estratificada que las configuraba (aristocracia, sacerdotes, artesanos, campesinos etc.). Cierto número de gente quedaba liberada del pesado trabajo manual y podía dedicarse a tiempo completo a la filosofía, las matemáticas o las artes con el consiguiente salto en la acumulación de conocimiento. Además parece congruente que pudiera haber una relación directamente proporcional entre disposición de energía neta y/o especialización-conocimiento-complejidad (en la línea de lo que tu me decías sobre Tainter) y, viceversa, al estancarse la disponibilidad de esta se produjera un ralentizamiento de lo otro e, incluso, su declive. Un tema absorbente no obstante.

      Saludos a Vd. también

      Eliminar
  3. Gracias Jesús por tu dedicación en el blog. Conocía gracias a autores como Erich Fromm y Ashley Montagu la diferencia entre necesidades y "satisfactores", pero desconocía el trabajo de Manfred Max-Neef, intentaré buscarlo.

    Considero que una pregunta más interesante que se podrían hacer los teóricos de la economía, sería ¿que y cuánto es suficiente?. Luego sería más fácil pensar en como conseguirlo.

    A la luz de los trabajos de James W. Prescott y otros antropologos, parece que la forma en que cuidamos de nuestra descendencia es desastroso teniendo en cuenta las necesidades biológicas de la especie. Y si damos validez a la tesis que avanza Fromm en "Ser o tener", que dice que un tipo de individuo dará un tipo de sociedad y esta un sistema económico y vicecersa, el cambio ha de ser global a todos los niveles, incluso los que parecen tan trivial, banal o inocuos a la mayoria como la crianza, relaciones afectivas, y en un largo y variado surtido de áreas y temas etc.

    Gracias y un fuerte abrazo,
    Alberto Martínez

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Buenas Alberto,

      La economía considera las necesidades ilimitadas, para ellos nunca es suficiente, simplemente las preferencias se irán adaptando en función de la cantidad de bienes consumida (si he comprado cien jamones me centraré en otros bienes de los que tenga menor cantidad), las preferencias subjetivas, y los precios relativos. En realidad lo único que hay detrás de eso es la carrera por el consumo posicional que expresó Veblen (o la identidad desde el punto de vista de las necesidades).

      Estoy de acuerdo en que no podemos esperar lograr el cambio simplemente a través de medidas políticas (aunque haya que explicarlas y mostrar que son viables), lo principal es el cambio cultural, la batalla cultural, a muchos niveles, entre ellos sin duda los que citas.

      un saludo,

      Eliminar
  4. No te canses. Te parecerá que tus entradas tienen poca repercusión. Desde luego no tienen la que se merecen. Pero para algunas que intuimos lo que expones (sin saber expresarlo como tu) son preciosas. Sigue así. Un abrazo!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Buenas amiga,

      Un profesor que tuve siempre me decía que la paciencia era la virtud... de los fuertes. Me lo he creido, y aquí estoy, picando piedra... y disfrutando.

      un saludo

      Eliminar
  5. Hola Jesús,
    Te vengo leyendo desde hace unos mesos, y desde luego estoy fascinado con tu blog. No sé la repercusión de tus entradas, pero lo que sí sé, sea esta alta, baja o media, es que entradas así como las que nos propones son absolutamente imprescindibles en estos tiempos.
    Por todo ello, no me queda más que darte las gracias.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  6. Jesus, creo que tu conocimiento de la teoría marxista no es la mejor. El concepto de trabajo de Marx es dual, está el trabajo abstracto y el trabajo concreto. El trabajo abstracto es la energía de la que hablas, es decir, la fuerza de trabajo (los musculos, el cerebro) y por otro lado el trabajo concreto es que crea el valor de uso, que es el conocimiento aplicado al tipo de trabajo (el trabajo que hace un ingeniero, un panadero, con sus habilidades).

    Esta dualidad de Marx es una evolución sobre los clásicos (Adam Smith, Ricardo), ya que no supieron ver porque aunque se aplique la misma energía a un trabajo tiene diferentes utilidades en función del ingenio.

    Un saludo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Buenas Adrian,

      No he leído a Marx, pero daba por hecho que su concepto de trabajo incluía algo más que la aplicación de fuerza bruta. De todas formas la energía libre (exergía) es un límite infranqueable al valor. Si no dispones de ella en cierta cantidad no pasarán cosas, o pasarán menos cosas, lo cual afecta de forma ineludible a lo que puedes hacer y por tanto al valor. Clausius y Carnot escribieron a Marx al respecto, y después a Engels, ya que Marx no hizo el más mínimo caso. Si hubiese incorporado este elemento a su teoría se habría anticipado a Frederick Soddy.

      De todas formas en el post no se trata la teoría de la utilidad de Marx, salvo para señalar que la teoría de la utilidad surge como opuesto. Creo que no merece la pena discutirla a estas alturas y reconozco que yo no estoy capacitado para ello salvo a nivel superficial.

      un saludo,

      Eliminar
    2. "la teoría del valor de Marx" perdón por la errata.

      Eliminar
    3. Sobre eso, lo que expones de la dualidad en el valor visto en base al trabajo y en base a la utilidad, Marx distingue los dos tipos en el capítulo 1 de Das Kapital, llamándolos "valor de cambio" y "valor de uso", respectivamente.

      Eliminar
    4. Ya había quedado claro, pero gracias.

      un saludo,

      Eliminar
  7. muy interesante he llegado al blog por casualidad

    ResponderEliminar
  8. Jesús, como Adrian Rodriguez Llave y Podemos URSS he leído con asombro eso que comentas de la teoría del valor de Marx, aunque aquí abajo reconozcas no haber leído su trabajo.

    Aunque sean sistemas de ideas contrapuestas y en apariencia una sea el molde de la otra, si leyeras El Capital encontrarías referencias a los hechos económicos y no simple especulación; Marx anticipa todo lo que los austríacos puedan decir pero estos, ofuscados en que los hechos encajen en sus necesidades, no pueden dar cuenta ni de la realidad ni de las críticas al capitalismo de Marx. Por su parte, si el pensamiento de Frederick Soddy es correcto -no lo conozco de momento- no sería contradictorio, porque Marx no parte de una base física. El marxismo incluye una teoría que el propio Marx no desarrolló (no tenía herramientas científicas en pleno siglo XIX) para explicar la relación entre la existencia de una explotación laboral de las personas y que el sistema económico genere la ideología que lo oculta, es decir, desde el marxismo se puede entender el liberalismo y no meramente negarlo. El embrión de una psicología del sujeto alienado -aún no desarrollada en todo su potencial-, y la sociología de las sociedades que están en cambio, tanto si hacen crisis como si no lo aparentan.

    El marxismo incluye además una epistemología completa (en la tradición de los presocráticos, Hegel y Kant), más allá de la simple teoría política a que la redujo Engels y una interpretación materialista que no parte como Feuerbach, Mach o el mismo Lenin de errores groseros sobre problemas metafísicos de existencia, esencia etc. Marx acaba con el ciclo que comienza en Sócrates y particularmente en Platón, relacionado con la emergencia del poder estatal como herramienta de explotación de los poderosos y el monoteísmo.

    Concluyendo, por buenas razones y por más intentos que se han hecho Marx no ha sido enviado con la mayoría de sus contemporáneos al almacén de desechos de la Historia. Si quieres buenas explicaciones de la crisis, y buenos argumentos contra los liberales de todo pelaje (contra los que quieren negar que una minoría nos explota), lee marxistas actuales, como Diego Guerrero o Anwar Shaikh, por poner sólo dos ejemplos de economistas rigurosos que estoy leyendo últimamente, y que suelen dejar tan deshechos los argumentos de un Rallo que producen alegría y lástima (hablo en este caso de Guerrero).

    Un saludo, sigue con este blog tan interesante.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Buenas Mr. West,

      No dudo de los innegables aportes de Marx, por algo es un gran filósofo, pero ahora hablamos de la teoría del valor. Y aquí no es tanto que Marx reconozca la distinción entre trabajo abstracto y trabajo concreto, sino que no fue capaz de discernir que son condición necesaria y no suficiente, ya que la exergía es necesaria. En definitiva, Marx, al igual que los capitalistas, los anarcoliberales de hoy, era un humanista radical, y Soddy y yo no. Eso no quiere decir que rechacemos la razón o al ser humano, es simplemente que somos más conscientes de sus límites.

      Tendré en cuenta tus recomendaciones.

      un saludo,

      Eliminar
    2. Es extraño que juntes a Marx con los capitalistas, más aún que a capitalistas y anarcoliberales (unos poseedores de capìtal, otros ideólogos, pero no necesariamente los mismos) los trates de 'humanistas'. Marx (y por eso hay que leerlo, no quedarse en la simpatía por la lectura althusseriana) se liberó del enfoque "humanista", "moralista", y lo que hace es un análisis de cómo funciona el capital. Si en Marx hay una intención moral y política, en su obra científica no, no hace sermones, se limita a hacer ciencia.
      Althusser mostró y criticó la relación entre el joven Marx y el maduro, entre los que hay un profunda ruptura metodológica. El Marx del que hablas es una imagen medio jipi de los setenta, incompleta y sesgada, un socialista utópico lejano de lo que sus escritos muestran. Por desgracia se le ha leído poco.

      Sobre la teoría del valor hay un buen resumen en Anwar Shaikh, Conceptos básicos del análisis económico marxista, y en Diego Guerrero, ¿Es posible demostrar la Teoría Laboral del Valor? La distinción en Marx entre trabajo abstracto y trabajo concreto no tiene que ver con que el trabajo sea más abstracto o más concreto, sino en cómo es valorado por cada sociedad. El concepto tiene que ver con cuestiones como productividad, por ejemplo. Pero es mejor leer a Marx directamente.

      Sobre si las herramientas de Marx son o no pertinentes a su objeto, yo diría que sí; por eso me he atrevido a decir que si Soddy y tú estáis en lo cierto, no seríais contradictorios con Marx, pero no estáis hablando de lo mismo. Por ejemplo, la obra completa de Wittgenstein es congruente con Marx, lo que en una perspectiva muy grande es muy importante (es como acabar de casar la relatividad con los quanta).

      Shaikh: http://download1893.mediafire.com/7cxe6wnyckdg/hdvl9i67hhu93lv/cuarta.sesion.anwar.shaikh.rtf

      Guerrero: http://pendientedemigracion.ucm.es/info/ec/jec9/pdf/A09%20-%20Guerrero,%20Diego%20%281%29.pdf

      Hay más textos de ambos, más académicos; casi todo se encuentra en la red. Un saludo.

      Eliminar
    3. Buenas Mr. West,

      Sinceramente no lo veo. No se trata de la visión de Althusser del marxismo, o la de Marcuse o quién sea. Es que Marx no comprendió las implicaciones de la termodinámica, de la que le advertían dos físicos. Su filosofía está centrada en la sociedad y en el desarrollo social, sin considerar los límites físicos. Esto es típico de los humanistas, los ilustrados y los creyentes en el progreso y en la razón "de todos los partidos". No yo, un marxista como Hobsbawm junta a liberales y capitalistas con Marx.

      saludos,

      Eliminar
    4. No "comprendió" o no le interesaron. El enfoque de Marx afronta los problemas que se le presentan con las herramientas que tiene, afinando unas y elaborando otras. Difícilmente la termodinámica podía ser una herramienta para la economía y las ciencias humanas en 1867, y aunque lo fuera no es menos abstracta o idealista que un enfoque humanista como el que atribuyes a Marx -sin leerlo- y te lleva a relacionarlo con los liberales (que amparan la explotación de la mayoría por una minoría). Es bastante injusto con su obra, encaminada a eliminar de la ciencia los prejuicios morales o ideológicos de cualquier tipo.

      Mientras Carnot estudiaba el fuego, Marx estaba poniendo los fundamentos del conocimiento científico, en ciencias sociales como en ciencias 'duras'. Puede ser tan ingenuo un humanismo -que atribuyes a Marx- como creer en la materia -al modo de Mach o Feuerbach-, y eso es un debate del XIX que podemos retomar, solo que me parece algo inútil. El mismo Popper se liquida sólo, y Wittgenstein no contradice lo ya dicho.

      De verdad, Marx no se puede dejar de lado con un mero "no comprendió". No pudo Popper y dedicó toda su vida a rebatirle. Si no pasas por las once tesis ni la termodinámica se libra de la pérdida de sentido. Léelas, es un ratito.

      Muy interesante debatir contigo, sólo que no me lo esperaba. Un saludo.

      Eliminar
    5. Buenas West,

      La verdad que no lo veo. Conozco un poco (no en detalle) el debate epistemológico de los siglos XIX y sobre todo XX, y Marx no juega un papel relevante en él. Si nos vamos a las conclusiones de las once tesis sobre Feuerbach, tenemos:

      “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo" ¿Perdón? ¿ESTO NO ES HUMANISMO? ¿EN SERIO ESTO NO ES HUMANISMO? Anodadado me hallo. Podría estar de acuerdo en que comprender el mundo no es independiente del actuar humano, al fin y al cabo se comprende que el mismo comprender es una acción humana. Ello no implica que el ser humano pueda cambiar las leyes de la termodinámica.

      Aquí hay que distinguir dos cosas muy distintas, una cosa es que liberales y marxistas lleguen a consecuencias muy distintas, de tipo práctico, moral, ético, etc. Otra muy distinta es que no tengan cosas en común en cuanto a sus planteamientos de partida. Hobsbawm dice que la lucha de capitalismo contra socialismo se verá en el futuro como la lucha de protestantes contra católicos. Desde el paradigma actual (o mejor dicho, desde el paradigma moderno) se ve como posturas irreconciliables (igual que católicos y protestantes, que se mataban sin piedad), pero desde un paradigma distinto lo que se ve son las similitudes, mientras que lo que resalta son precisamente las diferencias con el paradigma desde el que se mira.

      Un saludo,

      Eliminar
    6. Más claro todavía. Desde el paradigma religioso los católicos y protestantes del siglo XVI y XVII son opuestos, desde el paradigma moderno ambos son fundamentalistas religiosos y por tanto muy parecidos. Desde el paradigma moderno liberales y socialistas son opuestos, pero desde el nuevo paradigma que se postula como alternativa, ambos son humanistas, racionalistas instrumentales y creyentes del progreso. Es lo que yo veo.

      Un saludo,

      Eliminar