La prisión es el único
lugar en el que el poder puede manifestarse de forma desnuda, en sus
dimensiones más excesivas, y justificarse como poder moral.
<<Michel
Foucault>>
Queridos lectores,
En
la anterior entrada veíamos como se ha fraguado la deprimente situación de
España, en concreto cómo y porqué se forjó la burbuja global en la que muchos
españoles, y el propio país, se vieron atrapados, y especialmente como se han
ido emitiendo garantías sociales descomunales sobre el pago de las deudas
privadas.
Dejando a un lado las ayudas
directas, que son cuantiosas, quizás penséis que una garantía, un aval (y el
importe de estos es absolutamente descomunal), es algo menor, siempre y cuando
haya confianza en que el deudor cumplirá sus obligaciones. No, no es cierto,
incluso poniéndonos en el caso más favorable, que cada uno de los deudores será
capaz de hacer frente a sus obligaciones y no será necesario ejecutar los
avales, incluso en ese escenario de cuento de hadas, el coste es tremendo. Lo
es porque ha limitado nuestro campo de acción, nuestras decisiones, y nos ha
dejado con tan solo dos caminos posibles, el impago soberano, o el lento repago
de la deuda externa hasta que esta se sitúe en un nivel aceptable, un vía
crucis en toda regla, un nuevo camino de servidumbre.
El impago soberano es, como todo
el mundo percibe de forma instintiva, un
tabú, que se vende como propio de un país tercermundista. En realidad es
una agresión a los que tienen el poder, y todos dan por hecho que no nos van a
perdonar.
El país se encamina por tanto al
lento repago de la deuda externa, y para ello deberemos no solo crecer, aunque
sea un poquito, sino (como
ya hemos explicado otras veces) mantener
superávits continuados en la balanza por cuenta corriente de pagos
internacionales, dicho de forma simple, deberemos hacer más pagos al
extranjero de los que ellos nos hagan a nosotros. Eso se consigue básicamente
exportando más de lo que importamos ¿Seremos capaces de lograrlo?
La evolución de nuestra balanza de pagos: Ahorrad, ahorrad malditos!!!
España nunca se ha caracterizado
por ser un “Tigre del Mediterráneo”, dado el escaso dinamismo de sus
exportaciones. El primer superávit de nuestra historia en la balanza por cuenta
corriente se consiguió en el tercer trimestre de 2012, si bien para el conjunto
del año el resultado fue todavía negativo.
Como vemos se ha producido una
fuerte corrección desde 2007, pasando de un saldo de -10% del PIB en 2007, con
solo una partida en positivo “Turismo y viajes”, a un saldo de apenas un -1% del
PIB. El grueso de este ajuste, con pequeñas aportaciones de la partida de
servicios y de la partida de rentas, se ha producido en la partida de bienes. Los
bienes no energéticos (la barra verde) pasan de restar casi 6 puntos al PIB en
2007, a sumar 2 puntos en 2012.
Por el contrario, la evolución de los bienes energéticos asusta.
En 2003 se comían un 2% del PIB, mientras que en 2012 nos restan más de un 4%.
Su influencia en la etapa de ajuste no es tan alta, dado que en 2008 ya nos
suponían un coste muy elevado.
¿Cómo hemos conseguido este
ajuste en los bienes no energéticos? Aquí podemos ver una evolución de las
exportaciones y de las importaciones.
Exportaciones (azul) e importaciones (rojo), en valor nominal. |
En términos nominales, sin contar
la depreciación del dinero, estamos muy lejos del máximo de importaciones que
se produjo en el segundo trimestre de 2007. Tras esa fecha se produce un brusco
ajuste, y luego una recuperación que es abortada en 2010 con la crisis del
euro. En ese momento comienza nuestra devaluación interna, empezamos a reducir
el consumo y la inversión, tanto pública como privada, de formas variadas:
cierre de empresas, parados que reducen su consumo, bajada de salarios,
reducción del gasto del estado, subida de impuestos, etc.
La clave del proceso de ajuste es
que las exportaciones crezcan muy rápido y se sitúen por encima de las
importaciones. Una vez que esto suceda, en algún momento la línea roja dejará
de caer, o incluso crecerá, a partir de ese momento podremos hablar de
verdadera recuperación.
Para que la recuperación sea
realmente vigorosa, y desapalancarnos de la deuda externa con la velocidad que
sería deseable, debemos alcanzar superávits de al menos el 3% anual. Al ritmo
actual, eso ocurrirá dentro de un año, a mediados de 2014.
Pero ¿Qué implica mantener ese
patrón, que condiciones son las que están permitiendo mejorar nuestras cuentas
con el exterior? Veamos los saldos por países
El saldo con la OPEP permanece
inalterado, como era de esperar, sin embargo mejoran los saldos con China y con
Europa, si bien por razones opuestas:
Las exportaciones reales de bienes moderaron su ritmo de avance en 2012, al crecer un 2,9 % […]Estos datos reflejan la pérdida de dinamismo del comercio mundial, y en especial de los mercados de exportación españoles, que crecieron un 0,9 % (3,6 pp por debajo de lo que lo hicieron en 2011). Según la Organización Mundial del Comercio (OMC), las importaciones mundiales de bienes ralentizaron su avance hasta un 2 % en 2012 en términos reales, condicionadas por la debilidad de la economía de la zona del euro. [1]
Por un lado tenemos que la tarta
del comercio mundial es más grande, un 2%, por otro lado que España tiene una porción
de tarta ligerísimamente mayor. En
consecuencia, la mejora de los saldos se debe principalmente a que reducimos
importaciones de nuestros socios europeos (las importaciones que nos traemos de
Francia se reducen un 4,5%, un 3,9% las de Alemania, en términos nominales, es
decir, sin descontar la inflación, si la tenemos en cuenta la caída será
todavía mayor) y reducimos importaciones también del resto del mundo, excepto
la OPEP, y además exportamos más a estos países, sobre todo a los llamados
emergentes.
Como era previsible no nos hemos
vuelto un país exportador de la noche a la mañana, simplemente aprovechamos el
incremento del comercio mundial, y en todo caso mejoramos levemente gracias a
la reducción de costes salariales (que no implica solo bajada de sueldos,
también mejora de la productividad, al desaparecer los empleos menos
productivos, por el paro).
Los costes laborales por unidad de producción están bajando en España. Destaca la represión salarial que sufrieron en Alemania hasta 2009 |
Como veis, existe una fuerte
dependencia de la marcha de la economía mundial, en
una época en que esta parece haber encontrado los límites físicos del planeta.
Si la economía global descarrila, el
descalabro del país puede ser mayúsculo.
Alemania ¿locomotora o lastre?
La crisis está haciendo visible
el débil soporte racional de la teoría y práctica de la economía política tal y
como se practica hoy en día. Lo que estamos viendo es que la devaluación de los
países periféricos está forzando un ajuste pasivo de los países sanos de
Europa, dado que uno de los motores del ajuste es precisamente reducir las
importaciones, en particular las procedentes del núcleo de la eurozona, ya que
las materias primas energéticas son inelásticas, y por muy mala que sea la
situación económica se continúan demandando.
¿Hay otra opción? La solución
sería que los países que tienen excedentes comerciales, principalmente
Alemania, los utilicen para comprar productos de los países periféricos,
colaborando con ellos en el ajuste. Esta era la idea de Keynes, que finalmente
fue desechada, en la conferencia internacional de Bretton Woods. Para llevarla
a cabo se utilizaría una
unidad de cuenta internacional llamada BANCOR, que pretendía evitar que los
ajustes en las balanzas de pagos se realizasen a través de la devaluación,
reduciendo por tanto la demanda mundial.
En el mundo dorado de la
“competitividad”, que supuestamente nos traerá una prosperidad desconocida,
nadie osa plantear esta idea de forma sistemática, como una medida política
obligatoria, lo que se oyen son ruegos y peticiones:
“Pedimos a los alemanes, que tienen un excedente comercial y presupuestario, que apoyen la demanda interna aumentando los salarios”, dice Hollande
“Un crecimiento más impulsado domésticamente podría mejorar el potencial económico alemán y al mismo tiempo ayudar a sus vecinos europeos”, dice la presidenta del FMI
La comisión europea recomienda a Alemania subir salarios, ya que en ese país los salarios “no siempre se aumentaron en línea con la productividad"
Esas recomendaciones de la
comisión son de julio de 2012, no es mucho, aunque es una cuestión que lleva en
la agenda más tiempo. Alemania, que había practicado represión salarial desde
su entrada en el euro, subió
salarios a mediados del año pasado ¿Cómo ha evolucionado su demanda interna?
Se estanca a comienzos a 2012, y
no evoluciona, a pesar de la subida de los salarios a mediados de aquel año. En
todo caso el consumo parece mostrar cierto dinamismo, es la inversión la que se
mantiene en los niveles de hace tres años. Sin embargo, la
antigua Alemania del este necesitaría un billón de euros en inversiones en los
próximos quince años.
En
una entrevista a El País y otros medios europeos, el presidente francés Hollande
decía
Los países que están en superávit deben relanzar su demanda interior mediante un aumento de sueldos y una bajada de retenciones, es la mejor forma de expresar su solidaridad. No es posible, por el bien de todos, imponer una cadena perpetua a unas naciones que ya han hecho sacrificios considerables si sus poblaciones no ven, en algún momento, los resultados de sus esfuerzos. ¡Hoy es tan importante la amenaza de la recesión como la de los déficits!
Se agradece la intención, pero al
parecer hemos olvidado que el estado
también es parte de esa demanda interior ¿Realmente era necesario
embarcarnos todos en este momento en
un viaje para conseguir situar la deuda pública en el 60% del PIB? Algunos
países tienen todavía margen para jugar con su deuda pública, lo lógico hubiese
sido mantener algún estímulo, para ayudarse y ayudar al resto de socios. Lo
delicado políticamente es establecer distinciones entre países ¿pero es
racional?
Nadando a contracorriente
Las dimensiones nacional, europea
y global de la crisis, han continuado entrelazándose de forma compleja. En
septiembre de 2012 Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal americana
anunciaba nuevos estímulos, llamados QE3, la compra de 40.000 millones mensuales
de deuda hipotecaria, que tan solo tres meses después, en diciembre del mismo
año, aumentaría con otros 45.000 millones de bonos del tesoro.
Tan solo un mes antes, en
noviembre de 2012, el candidato a la presidencia de Japón, Sinzo Abe, había
anunciado que si ganaba las elecciones propondría al Bank of Japan una agresiva
expansión monetaria, con objeto de doblar su balance y lograr una inflación del
2% anual.
Estos hechos, han marcado todo un
año de revalorización paulatina del euro, frente al yen y al dólar.
En esas condiciones es normal que
el motor del incremento de las exportaciones sean los países en vías de
desarrollo. En valor nominal, sin descontar la inflación, crecen un 10,6% a los
países del este de Europa, un 9,5% a la OPEP y un 10,7% a los países NIC
(Corea, Hong Kong, Taiwán, Singapur).
Fallo de sistema
¿Hasta cuándo? El 20 de junio,
hace menos de una semana, se
alcanzan picos del 25% de interés, en préstamos en el interbancario en China.
Hay síntomas de grave crisis financiera, que
ya se venían advirtiendo desde hace tiempo. Los mercados han vuelto a
entrar en modo pánico, con fuertes caídas de las bolsas, y fuertes subidas de
las primas de riesgo.
Hay un cierto patrón de crisis
financieras durante el periodo de globalización, que
se corresponde con las dificultades de financiación de los déficits de las
balanzas de pagos. A una primera crisis en los países emergentes, le sigue
una crisis, una década después, en los países desarrollados, y tras esta la
crisis vuelve a los emergentes al cabo de cinco años.
¿Qué está pasando? No podemos
saberlo (algunos también apuntan a un inesperado pinchazo del T-Bond, en
realidad ambas cosas podrían estar relacionadas), en 2007 la crisis financiera
internacional comenzó con este tipo de incidentes, con síntomas de escasez de
liquidez, que eran aliviados por los bancos centrales y no parecían graves. Tampoco
podemos saber el impacto que tendrá en la economía real, de confirmarse el peor
de los pronósticos. Lo que si podemos afirmar con rotundidad es que intentar el
lento repago de la deuda externa, a través de superávits continuados en la
balanza de pagos, es para España como una pistola con una sola bala, al menos
en la situación actual, que brevemente he esbozado, y es una bala apuntada hacia los mercados emergentes.
Si la bala falla, se producirá un nuevo colapso generalizado de la
economía, a niveles similares a los de Grecia. Será entonces cuando veremos la
magnitud del riesgo catastrófico que hemos asumido, con las estratosféricas garantías
públicas otorgadas al pago de deudas privadas.
Una prisión llamada Europa
¿Cómo situarnos, en el peor de
los casos, ante la posible materialización del riesgo catastrófico? Dependerá
de la visión estratégica que tengamos, de nuestra idea de cómo será el futuro,
no podemos actuar igual si pensamos que la globalización va a continuar su
curso, que si pensamos que vamos a uno
de los dos escenarios planteados por nuestro amigo Lawrence Wilkerson, una
negociación por los recursos o una lucha por los mismos.
Paradójicamente, la opción que
nos permite mayor independencia es la continuidad de la globalización, que
incluso permite
a las regiones que hasta ahora no habían dado la talla para formar un estado, reclamar
la limitada soberanía que tienen hoy algunos de ellos.
El resto de escenarios, con euro o sin él, deberíamos afrontarlos con
nuestro equipo, que es Europa, pero la deuda se alza como un obstáculo
insalvable. El mercado común y el euro se han diseñado para la competencia,
de empresas e individuos, pero también
de las economías nacionales, aunque sea un tabú decirlo, dado que las
naciones no compiten ¿Queda espacio para la necesaria cooperación por el bien
común? Experiencias históricas más duras incluso, como el periodo de
entreguerras, nos muestran lo peligrosa que puede ser la telaraña de la deuda.
Forzados a convivir, las
relaciones de poder se tratan de justificar en clave moral, una fábula de
cigarras y hormigas, donde los países del sur serían cigarras. Pero las
auténticas cigarras intentan asegurar su ración para este nuevo invierno, a
través del indulto, la descalificación de los jueces, el obstruccionismo de los
fiscales o las garantías sociales al pago de las deudas, se aferran a sus
privilegios o como mínimo intentan permanecer impunes.
La sensación que tenemos es la de
estar en un panóptico invertido, donde de repente somos conscientes de los
movimientos de los guardianes. Dicen que en una
época de extraordinaria escasez de moneda en Inglaterra, en tiempos de John
Locke, poco antes del comienzo de la banca de emisión, era costumbre cobrar el
salario cada seis meses o incluso un año. Los trabajadores cogían materiales,
astillas y clavos, de la construcción en calidad de préstamo. Pero una vez que
el estado pudo ponerse al día fue necesario acabar con la vieja costumbre. Para
conseguirlo, Samuel Bentham, ingeniero a cargo de la reforma de los
muelles de Deptford, convirtió las obras en un auténtico estado policial, para ello edificó una gigantesca torre en medio de la zona de trabajos, a fin de garantizar
una vigilancia permanente. La idea sería retomada por su hermano, Jeremy
Bentham, auténtico padre espiritual del capitalismo junto con Adam Smith, en el
diseño de una prisión, donde los guardianes estaban ocultos y los prisioneros a
la vista. La esencia del poder que se ejercía sobre el prisionero, radicaba en
la incertidumbre de no poder conocer si estaba siendo observado.
La capacidad de ver y vigilar
confiere poder, hay que aprovecharlo para castigar a los culpables ¡Hay que acabar con la impunidad! Quizás
situarnos en un plano moral distinto sea clave para lidiar con la cuestión de
la deuda. Europa está fallando, pero Europa no es Alemania, y sigue siendo
nuestro ámbito geográfico y cultural, el ámbito donde, como país, tendremos que lidiar con el poder.
Vivimos tiempos extraños; después
de tres décadas intentando limitar la política, de forma que su función se ciñese
única y exclusivamente a potenciar una sociedad auto-organizada por medio del
mercado, nos estamos aproximando rápidamente a una situación donde la política
debería jugar de nuevo un papel importante. Una situación con un gran potencial
para beneficiarnos mutuamente con acuerdos y con confianza entre países, pero
también para desencadenar fuerzas devastadoras.
Paradójicamente, llegamos a ese
punto de nuestra historia en medio de un desprestigio tremendo de las
instituciones políticas. Vigilancia, moral y poder, están a punto de formar una
combinación nunca vista, y no tenemos el control, en una prisión llamada
Europa.
Epílogo: Una propuesta incómoda
Las claves del ajuste del sector
exterior son sencillas, reducir nuestra demanda interna implica menos actividad
y más recesión, pero aumentar nuestra competitividad implica disponer de
capacidad de financiación, y por tanto no depender de unos flujos de capital
extranjero que, reconozcámoslo, no van a volver en mucho tiempo.
¿Hay alguna forma de compaginar
ambos objetivos? De forma limitada, pero sí: reducir los impuestos al trabajo.
No es momento de demagogias, así que seamos sinceros, en una devaluación no se
pueden bajar impuestos (diga lo que diga FAES, que ya se posiciona de cara a
hacer otro tocomocho a los españoles), ya que eso fortalece la demanda interna,
hay por tanto que hacer un trasvase de impuestos, desde una rúbrica a otra.
Mi propuesta, que no gustará ni a
izquierdas ni derechas, consiste en reducir las cotizaciones a la seguridad
social y aumentar impuestos a la riqueza y a las actividades perjudiciales.
Algunos diréis que en
la época de la libertad de movimiento de capital no se puede tasar la
riqueza, como diría Zygmunt Bauman
Si el encuentro llegará a producirse por imposición del otro (encuentro entre el capital flotante y la autoridad local), apenas este (el poder local) intentara flexionar sus músculos y hacer sentir su fuerza, el capital tendría pocos problemas para liar sus maletas y partir en busca de un ambiente más acogedor, es decir, maleable, blando, que no ofrezca resistencia. [2]
Pero es posible, y recomendable,
tasar la riqueza inmobiliaria. Esto es impopular, porque muchos votantes tienen
casa, pero es progresivo y por tanto ayuda a redistribuir.
Otro de los puntos de rechazo por
la izquierda será sin duda su negativa a reducir impuestos a las empresas. Esto
está anclado en una concepción de la sociedad muy antigua, hoy en día la mayoría
de los ricos, y la causa fundamental de la desigualdad, son los salarios (de los
CEO´s y gerentes, y personajes de los media como Depardieu), y no todos los
empresarios son ricos o llegan a ricos. El problema con gravar a las empresas, es que te pueden robar actividad a través del dumping.
En breve tengo intención de
desarrollar una descripción más detallada de las políticas desarrolladas a partir de los
80, (hasta ahora me había centrado en lo más importante, la libertad de
movimiento de capital). Allí iremos profundizando en la importancia de este impuesto a la riqueza para lograr un mundo más justo.
[1] Las balanzas por cuenta corriente y de capital en el año 2012 <<Banco de España>>
[2] La globalización. Consecuencias humanas <<Zygmunt Bauman>>
El gráfico de las caídas de los dirigentes asusta. Es caldo ideal para los amaneceres dorado de turno.
ResponderEliminarPor otra parte... tan complicado es gravar los beneficios unitarios por plusvalías en inversión especulativa?
Gravarlo con el tipo que tiene el impuesto de sociedades, además de una especie de tasa tobin por operación. Sea beneficiosa o no.
Con esto, frenas el juego de casino y se potencia la inversión como fue diseñada en sus orígenes. Es decir, tú inviertes en una sociedad , esta sociedad usa la inversión para mejorar producción, y tú recibes beneficios después de un tiempo si las cosas se han hecho bien.
Luego puedes decidir si ha llegado el momento de salir de ahí.
Economía productiva sale ganando, y bueno... wall street y la city se enfadarían...
Buenas Toni,
EliminarLlevo tiempo pensando en el apartado final de este post, antes del epílogo, y creo que tengo que redactarlo de nuevo, para que quede más clara la idea. Por un lado tenemos que la crisis no ha tenido piedad con Sres. del Ladrillo, Banqueros y políticos (o si nos fijamos en Pescanova, con todo el mundo). Ha puesto las vergüenzas de mucha gente al descubierto, al detenerse la exuberancia de crédito, que propiciaba un “todo vale”. Eso está provocando algo muy extraño, y es que vivimos un gran desprestigio político precisamente en el momento en el que la política va a jugar, o puede jugar un papel bastante importante. Los liberales se congratulan de que está muriendo la idea del estado “benefactor”, pero en realidad lo que podría estar muriendo es la idea de la política con el objetivo ÚNICO y EXCLUSIVO de lograr una sociedad auto-organizada a través del mercado. La política va a ser clave para desactivar la bomba de la deuda, si no lo logran, las cosas se van a complicar mucho, mucho, de aquí a unos años.
Después de este rollo, que no venía a cuento de tu pregunta, voy con la cuestión que planteas. Lo verías mucho más claro en el que tenía pensado ser mi siguiente post, que pensaba titular “Cómo conocí a mi señor por deudas”, o algo por el estilo. En realidad es una crónica de cómo se ha creado la economía de rentistas. Respecto a tu propuesta concreta, plantea muchas dificultades, en primer lugar definir ¿qué es especulación? Se ha propuesto incluso prohibir la especulación con alimentos, pero no ha existido consenso. Esa es la clave de porqué no funcionan los impuestos a los beneficios, y cosas similares, deben ser homogéneos en distintos países para ser efectivos. En tercer lugar, no solo el sistema financiero sino el sistema de pagos es una pieza básica, y a nivel global juegan un papel muy importante Wall Street y la City; son más poderosos de lo que podría parecer.
En definitiva, puede ser fácil de implementar a nivel de un solo país, pero dado que origina movimientos de capital que precisamente perjudican a ese país, es muy improbable que sea una opción política a largo plazo en algún lugar.
Un saludo,
He completado, la que creo que es la redacción definitiva ¿se entiende mejor?
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