miércoles, 25 de junio de 2014

Ni globalización ni nacionalismo: Internacionalización


Estamos viviendo un auge inusitado del nacionalismo, que en algunos casos se está materializando en el ascenso de partidos “antisistema”, como el Frente Nacional en Francia o UKIP en Reino Unido, en otros en forma de movimientos secesionistas, como los de Cataluña, Escocia o las regiones pro-rusas de Ucrania, y por último, también se manifiesta en forma de restricciones a la entrada de extranjeros. Incluso extranjeros del llamado primer mundo, como los españoles, pueden ver su entrada restringida en Suiza, junto con la del resto de europeos (de momento han empezado con los croatas), o son expulsados de Bélgica sin demasiados miramientos, simplemente por no disponer de empleo, aun después de años de residencia.

El auge del nacionalismo no es contradictorio, ni mucho menos, con el proceso globalizador, más bien parecen estar relacionados, y ser las dos caras de la misma moneda. Aunque el nacionalismo y la globalización se nos presentan como principios opuestos y excluyentes, como dos opciones entre las que habría que elegir, bien se podría argumentar que en realidad están estrechamente vinculados: el nacionalismo parece surgir como consecuencia de la globalización. La razón, obvia, es que la globalización es el intento de establecer una reglas fijas y universales para las relaciones económicas entre naciones, en definitiva, un racionalismo económico al que quedaría supeditada la soberanía nacional. Citando a Herman Daly

La globalización, considerada por muchos como la ola inevitable del futuro, se confunde a menudo con internacionalización pero es, de hecho, algo totalmente diferente. La internacionalización se refiere al incremento de la importancia del comercio internacional, las relaciones internacionales, tratados, alianzas, etc. Inter-nacional, por supuesto, significa entre naciones. La unidad básica continúa siendo la nación, aun cuando las relaciones entre naciones sean cada vez más necesarias e importantes. La globalización se refiere a la integración económica global de muchas antiguas economías nacionales convertidas en una economía global, principalmente por el libre comercio y la libre circulación de capitales, pero también mediante una migración fácil o, incontrolada. Es la efectiva erosión de las fronteras nacionales por motivos económicos. Lo que era internacional deviene interregional. Lo que era gobernado por la ventaja comparativa ahora es dictado por la ventaja absoluta. Lo que era muchos se convierte en uno. La misma palabra “integración” deriva de “entero”, significa uno, completo o, todo. Integración es el acto de combinar en un todo. Debido a que debe haber un todo, una sola unidad con referencia a la cual las partes se integran, se sigue que la integración económica global implica lógicamente la desintegración económica nacional. Por des-integración no quiero decir que la dotación industrial de cada país es aniquilada, sino que sus partes son arrancadas de su contexto nacional (des-integradas), para ser re-integradas en un nuevo todo, la economía globalizada. Como dice el refrán, para hacer una tortilla tienes que romper algunos huevos. La desintegración del huevo nacional es necesaria para integrarlo en la tortilla global.

Esto habría favorecido a los poderes globales, que disponen de la ventaja de la movilidad, frente a los poderes locales, que tienden a atrincherarse cada vez más detrás de las altas alambradas, y a estar cada vez más aislados y localizados. Recuperando una cita de nuestro querido Zygmunt Bauman, que ya utilizábamos en nuestra reflexión sobre la libertad de movimiento de capital:

Los empleados provienen de la población local y, retenidos por deberes familiares, propiedad de la vivienda y otros factores afines, difícilmente pueden seguir a la empresa cuando se traslada a otra parte. Los proveedores deben entregar su mercadería y el bajo coste del transporte les da a los locales una ventaja que desaparece apenas la empresa se traslada. En cuanto a la “localidad”, es evidente que se quedará donde está, difícilmente seguirá a la empresa a su nueva dirección. Entre todos los candidatos a tener voz en la gestión empresarial, sólo las “personas que invierten” –los accionistas- no están en absoluto sujetos al espacio; pueden comprar acciones en cualquier bolsa y a cualquier agente bursátil, y la proximidad o distancia geográfica de la empresa será probablemente la menor de sus consideraciones al tomar la decisión de comprar o vender.
La empresa “pertenece” a ellos –a los accionistas- y solo a ellos. Por consiguiente, les compete trasladarla allí donde descubren o anticipan la posibilidad de mejorar los dividendos, y dejar a los demás –que están atados a la localidad- las tareas de lamer las heridas, reparar los daños y ocuparse de los desechos. La empresa tiene libertad para trasladarse; las consecuencias no pueden sino permanecer en el lugar. Quien tenga libertad para escapar de la localidad, la tiene para huir de las consecuencias. Éste es el botín más importante de la victoriosa guerra por el espacio.

El nacionalismo se fortalecería por la búsqueda de los votantes de las líneas de menor resistencia para que su voz y su voto tengan alguna relevancia, por pequeña que esta sea, a lo que se uniría el intento de reducir la incertidumbre y el miedo existencial a la pérdida del sustento, el salario. La erosión de las culturas tradicionales por la MacDonalización de la sociedad, añadiría un componente simbólico a la agresión percibida, lo cual puede llevar a consecuencias imprevisibles y devastadoras, tal y como nos contó, entre otras cosas, Adam Curtis, en la serie documental El poder de las pesadillas, o tal y como nos lo cuenta Ariel Français en su texto El crepúsculo del Estado-Nación.

El retroceso del Estado y el compromiso ciudadano no serían tan graves si al mismo tiempo los valores y las referencias culturales que sirven de cemento a la cohesión de cada pueblo no fuesen agredidos por un modelo cultural globalizado, producto de los modos de vida que promueven el capitalismo mundializado y el sistema de valores que lo respalda. Este modelo cultural, promovido por el capitalismo y su principal centro de impulsión --los grandes grupos norteamericanos con proyección transnacional--, agrede hoy, no solamente a las sociedades del mundo occidental, sino también a las del mundo subdesarrollado, y las enfrenta a valores y modelos que destruyen la identidad cultural de cada pueblo, les impone una cultura uniforme y mercantil que glorifica la violencia y el individualismo, y atenta contra los valores de solidaridad y los principios éticos que respaldan la mayoría de las culturas, incluyendo sus dimensiones morales y religiosas.Así se explica la explosión del integrismo en el mundo islámico, iniciada en Irán, a finales de los setenta, y extendida ahora a varios continentes, incluidos el europeo. El integrismo es el resultado de un rechazo instintivo y violento al modelo de vida promovido por el Occidente, con sus dimensiones consumistas e individualistas, y percibido como una agresión cultural y ética en sociedades pobres, impregnadas de misticismo.

La globalización, por otro lado, habría exacerbado la desigualdad, al menos dentro de las naciones, si bien, supuestamente, la habría reducido globalmente, al aumentar la renta promedio en los países en vías de desarrollo.

En consecuencia, los argumentos que suelen exponerse para rebatir a aquellos que son críticos con la globalización, es que las alternativas consisten en aranceles y proteccionismo, y que supondrían un duro golpe para los países menos desarrollados, y especialmente para todos aquellos que necesitan mejorar sus condiciones de vida para escapar de la pobreza, que supuestamente se ha visto reducida en gran medida gracias al nuevo maná globalizador. Ambas afirmaciones son falsas.


Las bondades de la globalización ¿Una nueva versión de la falacia del economista productor?

Hay unas cifras espectaculares de gente que ha salido de la pobreza en los últimos años, en los países en vías de desarrollo, ahora bien, no es cierto que haya sido gracias a la globalización, o al menos no hay datos que lo avalen.

Aunque se trata de un problema bastante complejo, podemos intentar explicarlo fijándonos tan sólo en dos variables: el crecimiento de la producción, y el de la población. Siempre que la producción crezca más rápido que la población, en buena lógica la producción por habitante aumentará. Salvo que todo ese aumento sea capturado íntegramente por una minoría, tarde o temprano el conjunto de la población verá crecer sus ingresos y habrá gente que saldrá de la pobreza (estamos asumiendo que en estos países en vías de desarrollo el crecimiento es económico, y no antieconómico, como en los países desarrollados, suposición que no es tan razonable como pudiera parecer, dadas las necesidades materiales de algunas de estas poblaciones, aunque esto se ira comprobando poco a poco, pese a efectos espectaculares, como la reducción de los rendimientos agrícolas por la contaminación. El problema es el modelo de desarrollo, calcado al que está fracasando en occidente).

Los datos del crecimiento de la población y de la producción, por países, son accesibles a todos a través, por ejemplo, de la base de datos de Angus Madison. Si consideramos el crecimiento de producción y población del mundo exceptuando los países de la OCDE, salvo miembros como México y Turquía, lo que obtenemos es la siguiente gráfica


No se observa que en las últimas décadas estos países hayan logrado un crecimiento de la producción especialmente significativo, que explique la reducción de la pobreza. Si dividimos los datos de Madison en dos periodos, de 29 años cada uno, lo que observamos es que en el periodo 1951-1979 el promedio en el crecimiento del PIB fue del 4,85% y el de la población del 2,14%, frente a un 4,26% y 1,7% en el periodo 1980-2008

La economía de estos países en vías de desarrollo crece más lentamente en el segundo periodo, aunque también lo hace la población. En realidad el efecto más importante es acumulativo, como es propio de una función exponencial. En la siguiente gráfica he dibujado como crece la renta promedio en el caso de un incremento de la población del 2%, e incrementos anuales de la producción del 3 (Caso 1) y 5% (Caso 2), respectivamente. En el segundo caso, al cabo de 59 años se habría multiplicado por más de cinco.


Estamos de nuevo ante la falacia del economista productor. La reducción de la pobreza en los países en vías de desarrollo parece validar las teorías de los economistas, en particular la del comercio internacional, fundada en el modelo de la ventaja comparativa. Sin embargo lo que muestran los datos es que se debe a un crecimiento sostenido, a lo largo de un periodo de 58 años, en el que no se observan diferencias significativas entre un primer periodo dominado por la planificación indicativa, y un segundo dominado por la desregulación y la apertura de los mercados de bienes y capitales. Si los incrementos de renta se concentran más al final del periodo es consecuencia de las propiedades de la función exponencial, pero no habría sido posible sin la acumulación constante realizada a lo largo de seis décadas.

Siendo puntillosos, el buen promedio de crecimiento durante el segundo periodo, aunque inferior al primero, se obtiene gracias a un “lustro glorioso”, con cuatro años consecutivos por encima del 7%, en el periodo 2003-2006. Parece un ciclo, de los que se corrigen bruscamente más pronto que tarde.

Sin embargo, se presentan los datos fuera de contexto, y se nos dice que más globalización traerá menos pobreza, cuando lo realmente escandaloso es que después de seis décadas con crecimientos promedio del PIB por encima del 4%, exista en el mundo tanta miseria, junto con una desigualdad escandalosa.


La urgente necesidad de un proyecto internacionalista

Ante el creciente deterioro del clima político de sus respectivos países, de forma paralela al de sus condiciones de vida, los ciudadanos del mundo deben ser conscientes de que no hay alternativas a un proyecto de internacionalización, que ponga en el centro de las relaciones económicas internacionales a la comunidad política nacional, y no a las corporaciones, desde la plena consciencia de la mutua interdependencia entre las regiones del globo, y de la necesidad de una cooperación fuerte entre ellas.

¿Cómo lograrlo? Plantearé aquí un conjunto de recetas que no tiene que ser único, ni por supuesto el mejor, su función es sobre todo estimular la reflexión del lector.

El problema de las relaciones económicas internacionales, de forma simplificada, antiguamente se habría reducido a dos cuestiones: el comercio y los flujos de capital. En la actualidad debemos incluir también los bienes comunes globales, como las pesquerías, o una atmósfera con un 21% de oxígeno y con la capacidad de regular adecuadamente la temperatura del planeta. Su importancia excede lo estrictamente económico, dado que son condición necesaria para obtener el sustento del hombre, lo cual remite al significado sustantivo de la economía.

Comercio: Las relaciones comerciales deben establecerse a través de negociaciones entre las distintas naciones o comunidades políticas. En lugar de abrirse completamente al comercio, y esperar que eso en un futuro nos beneficie, es más sensato establecer acuerdos comerciales país por país, o entre un conjunto de ellos, de forma que se conozca de antemano que todos saldrán beneficiados. Menos metafísica y más sentido común.

Capital: Parece lógico que haya un flujo de capital desde los países más capitalizados hacia los que lo están menos (al contrario que en la actualidad). Si bien parte de ese flujo podría ser altruista, sin esperar un interés a cambio, para que el flujo tenga el volumen adecuado a los objetivos de desarrollo, la mayor parte tendrá que ser retribuido. Se podrían establecer agencias nacionales que recojan el ahorro de la población y lo canalicen hacia los principales socios internacionales. La retribución se establecería según el principio de las finanzas islámicas, es decir, en lugar de cobrar un interés, repartir pérdidas y ganancias. Se podrían diversificar las inversiones, y emplear parte del capital en asegurar los riesgos catastróficos, de forma que se ofreciera un producto seguro, ético, y de rendimiento modesto, pero satisfactorio. Habría interés en dirigir el capital a los principales socios, así por ejemplo Alemania podría canalizar parte de su vis ahorradora hacia Rusia, y de esa forma garantizar un suministro de gas que ahora parece en el aire.

Gracias a las finanzas islámicas eliminamos el problema de la deuda, uno de los detonantes de la II guerra mundial, no sólo por las famosas "reclamaciones de guerra" de Francia y Reino Unido sobre Alemania, sino por las de EEUU hacia sus antiguos aliados en la guerra. Tras la hiperinflación se establecieron varios planes de pagos, al estilo de los que lleva a cabo ahora el FMI, en el que EEUU prestaba a bajo interés a Alemania. Las políticas deflacionarias para asegurar el pago de la deuda externa contribuyeron, según muchos historiadores, más que la hiperinflación en llevar a Hitler al poder.


Cartel nacional-socialista sobre el plan para el repago de la deuda


Bienes comunes globales: La mejor forma de preservar los bienes comunes globales es establecer una reforma fiscal sostenible, a nivel nacional, de forma que se prime la producción local, y se penalice impositivamente el despilfarro de recursos, ya sean nacionales o globales. Eso incentivará a los socios comerciales a ser eficientes en el consumo de recursos con la producción destinada a la exportación, pero hace falta que todos interioricemos estos principios, también para la producción destinada al consumo interno. Las agencias nacionales que canalicen los flujos de capital se pueden usar a modo de zanahoria, y una asamblea global de naciones debería encargarse del resto.

No hay alternativas, o un programa equivalente, o el futuro que nos anticipó el coronel Lawrence Wilkerson, segundo de Colin Powell, el caos que estamos viendo venir.

23 comentarios :

  1. El proceso de crecimiento económico mediante la liberalización de las economías es posterior a la construcción del Estado como explicas acertadamente. China, India o Corea del Sur abrieron sus fronteras y economías después de sentir que sus estados eran modernos, capaces y equiparables a los occidentales y, por lo tanto, las potencias extranjeras no podían comprar a sus elites políticas o someter a la administración. El cuento del fin de la historia y la globalización es una película para occidentales, porque en Asia el referente ha sido siempre el Imperio Turco y la transformación que hizo Mustafá Kemal para evitar su desaparición ante Grecia. De hecho, el tan cacareado "comunismo" de los países en procesos de descolonización no era más que nacionalismo que se inspiraba en Kemal, auténtico referente del socialismo árabe o de Nehru en India. Pero estos genios del departamento de Estado siguen con su ciencia universitaria haciendo una magnífica política exterior que ha logrado provocar en Irak una guerra civil que aunará a Siria, Irán y los Estados Unidos en la defensa del gobierno chií de Maliki.
    Saludos,
    Carles Sirera

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    1. Buenas Carles,

      En realidad no era mi intención dar esa explicación, pero ahora que lo dices, es cierto que la gran mayoría de esos países salían de un periodo colonial, por tanto, tenían que dar forma a sus estados, en efecto, como paso previo a la internacionalización de su economía. Esto se negará hasta la muerte, evidentemente, porque lo que mandan los que ponen el dinero es que hay que demonizar al estado.

      Totalmente de acuerdo con tu afirmación. Fíjate que tu olfato de historiador te ha puesto un paso por delante de mi, yo tan sólo he pensado las explicaciones que se pueden a la salida de la pobreza, y he buscado los datos, y he comentado lo que a mi me decían los datos.

      También me gustaría ir un poco más allá de ese dilema, y mostrar que hay formas alternativas, bases distintas, sobre las que cimentar las muy necesarias (y más ahora con la concentración cada vez mayor de los recursos estratégicos) relaciones económicas internacionales. También más democráticas, y seguramente, más provechosas y menos conflictivas a medio plazo.

      un saludo

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    2. Hola Jesus y Carles

      Daly dice que el gobierno global no es una utopía sino una distopía por inalcanzable que conduce al dominio de las grandes corporaciones (el capital) sobre los gobiernos introduciendo la paradoja que describe Dani Rodrik en su libro "Globalization Paradox" entre democracia y globalización. Los ciudadanos se ven expropiados de su poder en pos de la lógica de la globalización donde el capital impone todas y cada una de las reglas que rigen no la vida económica, sino la vida social y como gestionamos la biosfera.

      La reforma tributaria como un primer paso para la internalización de costes es necesaria. Sin embargo, no debemos olvidar que está medida no es diferente conceptualmente, desde el punto de vista práctico nunca es posible implantarla o sólo con muy baja intensidad, a la economía neoclásica dominante que en abierta contradicción con sus postulados, en ausencia de mercado, abraza la existencia de una planificador omnisciente que nos de un precio exógeno para que su edificio conceptual no se desmorone. Pero, finalmente sea cual sea ese precio habrá alguien dispuesto a pagarlo y a explotar el recurso o a contaminar porque el dinero/deuda no está sujeto a límites termodinámicos. En otras palabras, eso sólo puede funcionar en un economía que optimice el capital minimizando el flujo de recursos ya que son los servicios de los fondos los que carecen de protección de "mercado" porque su lógica es completamente diferente, y en definitiva no pueden ser internalizados. Es, en realidad, la economía la que debe ser internalizada en la esfera social y ecológica, y no al revés.

      Saludos

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    3. Buenas Jordi

      Te respondo brevemente desde un teléfono.

      El final de tu exposición nos da la clave. Es la economia la que debe ser confinada a su limite. Sin embargo esto parece que es dificil hacerlo de forma deliberativa, de eso trata precisamente La Gran Transformación, el libro de Karl Polanyi. Como no es posible hacer escuchar la voz común, y al existir

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    4. Tantas trabas a cualquier intervención, la única respuesta posible de la sociedad es hacerse con el control total jerarquizado, es decir, el fascismo. Algo de eso pare e que hay ahora.

      Saludos

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  2. Buena entrada, como siempre.

    Una pregunta cuando hablas de que la vida no ha mejorado tanto como marca la evolución del PIB ¿no es posible que la vida haya mejorado solo que ahora un "pobre" disponga de más bienes y servicios que lo que era un pobre años atrás? no quiero entrar en un debate solo comentar que creía que se podía estar analizando mal ese apartado.

    En cuanto al proyecto internacionalista y la solidaridad que propones, se enfrenta al problema de que los países mejor posicionados no tienen intereses en alcanzar una convergencia y menos a que esa convergencia sea a costa de sus intereses. Por desgracia Alemania o quien sea querrá una rentabilidad en vez de ayudar a los demás. Prima más el interés individual que el colectivo y esto es un gran problema como sueles remarcar en tus entradas.

    Un saludo.

    Leuctra.

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    1. Buenas Leuctra,

      El PIB siempre sube más que el bienestar ya que no es un índice puro de bienestar y los costes que tiene ese ascenso no se contabilizan o se contabilizan como beneficios. Esto es así por definición. En la entrada en lo que se incide no es en esto, sino en que no hay evidencias que no hay evidencias que relacionen la reducción de la pobreza con la globalización.

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    2. No creo que el problema de la globalización sea tanto de potencias como de intereses privados. Un sistema de movimiento de capital como el descrito no solo es ético, tiene la ventaja de un beneficio seguro, ayuda a regular los flujos migratorios, y da poder de negociación de cara a asegurar el suministro de commodities y preservar los bienes comunes globales.

      Por otro lado, movimientos como Occuppy, que hacen gala de mayor sentido común que los paladines de la economía neoclásica, están mostrando a la población que los intereses de Wall Street y la City no coinciden con los del resto de la población.

      Un saludo

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    3. Internacionalizacion.No es un mal concepto.Al contrario.Si embargo si no incluyes en ella el modelo de la economía publica se queda corto.Algunas características y propiedades de la economía colectiva:
      1.Multiplicadores fiscales.El FMI recientemente ha rectificado y elevado su calculo hasta el 1,5.Algunos investigadores lo elevan al 7.En microenomia hace décadas que se le conoce como ecomimias de escala.
      2.Eficiencia.Una sociedad con el acceso universal a educación,sanidad,pensiones,transporte,energía,comunicaciones,etc., es mucho mas competente(Dinamarca y nórdicos ) que en la que solo una elite disfruta de bienes y servicios de calidad (España y los PIGS).Todos generan riqueza, no solo una minoría.
      3.Cooperación.Una economia publica asegura la cooperación.Los socios estan incentivados y obligados por sus capitales y rentas comunes.La cooperación no elimina la competencia,la incluye.
      4.Imposicion progresiva.Es la que genera la redistribución de la renta.Paga mas el que mas consigue.
      La economía común(ista ) hace millones de años que existe:en las parejas de la especie.Tambien en las cooperativas.Algunos estados la poseen al 50%
      Antonio
      Saludos

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    4. Buenas Antonio,

      No intentamos dar, en esta entrada, una respuesta a todos los problemas, tan solo plantear la falsa dicotomía entre globalización y nacionalismo.

      Yo estoy a favor de una economía pública, y privada, y también de que la economia no sea el principio rector de la sociedad.

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    5. Entrando más de lleno en la economía pública, creo que es imprescindible, pero también creo que debe cambiar, porque el estado del bienestar, con todas sus virtudes, innegables, ha sido una suerte de despotismo ilustrado.

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    6. Sería necesario democratizar la sociedad a nivel económico y político, de forma que fuese posible incluir a todos, sin necesidad de maximizar la producción. Olvidarnos de lo secundario para centrarnos en lo principal.

      Saludos

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  3. Para los neoliberales es muy cómodo atribuirse los éxitos sin que pueda tenerse en cuenta qué habría ocurrido sin esta globalización, o con tratados justos, o sin elusión fiscal: “África está financiando al mundo”: http://youtu.be/c9oivT88LDc Así funciona el mundo: http://youtu.be/vdFJ9lNdpwk

    El “detalle” que no suelen tener en cuenta cuando hablan de las mejoras en otros lugares es el efecto con el que las políticas redistributivas de cada país matizan la globalización, el comercio y la producción en general, (como con la ‘Bolsa Familia’ en Brasil, por poner un ejemplo, país de que ha sacado de la miseria a millones de personas en los últimos años).

    El libre comercio por sí mismo podría mantener en una situación de pobreza y servidumbre a la mayoría indefinidamente. El libre comercio de esclavos no acabó por el propio libre comercio, como es obvio, sino por una exigencia política.

    Lo que se ha globalizado hasta ahora ha sido la política de repartir migajas de un crecimiento descontrolado para no reconocer ninguna injusticia y ningún problema en la distribución de los resultados económicos, un crecimiento que enriquece a una minoría -de aquí y de allá- a costa de una desproporcionda explotación ambiental y humana.

    Aquí un buen artículo reciente sobre el problema que tenemos que contrarrestar:
    Pero ¿quién (des)gobierna este mundo? - http://www.eldiario.es/zonacritica/desgobierna-mundo_6_275482485.html

    [Continúo]

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  4. Entrando en las soluciones, me han parecido adecuadas pero dependen de que la política logre imponer esos criterios. Creo que habrá que ir más allá de revalorizar -¿cómo?- el papel de las naciones. Habrá que “innovar” políticamente para aplicar soluciones globales sin que eso nos lleve a una gobernanza antidemocrática. Porque será difícil revertir el proceso actual, en el que el capital ya ha “tomado la medida” completamente al estado-nación del que siempre se ha servido, pero también porque los principales problemas ecológicos no pueden tener solución sin un planteamiento de soluciones globales. Tanto si lo nuevo consiste en la implantación de una normativa común como si se basa en la replicación de iniciativas locales, entiendo que si no son globales no pueden ser soluciones. ¿Y acaso no debo luchar contra la explotación en otras latitudes más allá de resolver mis conflictos (o los de mi minoría) con este sistema?

    Creo que cabe la posibilidad de establecer al menos algunos principios desables universalmente que podrían orientar una alter-globalización sin necesidad de entrar en una predefinición de contenidos exahustiva y antidemocrática:

    1- Los acuerdos comerciales deberían ir siempre vinculados a la armonización de la normativa fiscal, laboral o ambiental.

    A falta de esto, los neoliberales tienen la disculpa final para todo: si no hacemos lo que dicen, los capitales emigran. No debería ser posible competir en normativa favorable a las empresas en un mismo entorno de libre comercio, (o en la medida en que se dé este, por ejemplo cuando hay libre comercio sólo para un sector económico concreto). Estamos muy lejos de eso incluso dentro de la UE (o incluso dentro de cada país) a pesar de que los acuerdos comerciales globales reconocen formalmente esa necesidad de no discriminación.

    La actual forma de globalización trampea las supuestas virtudes del libre mercado: no supone una competencia real entre empresas sino una competencia entre las normas de diferentes zonas de un mismo tablero de juego. Con esa forma de competir se reduce el coste empresarial (por el impago de salarios e impuestos o por la falta de limitaciones ambientales) a costa de aumentar los costes materiales externalizados. Por ejemplo, las deslocalizaciones suponen un aumento innecesario del transporte y una reducción de la cantidad de beneficios devueltos a la sociedad a través de salarios e impuestos si consideramos la población global.

    Pongamos como ejemplo real de esta posibilidad el exitoso acuerdo para eliminar los CFCs.

    2- Necesitamos una globalización de los derechos y de la política ciudadana por encima de los mercados y también por encima de los estados.

    Sea cual sea el contenido de cada acuerdo político concreto, esto nos debería permitir llevar a cabo una política global más allá del mero control de los efectos del comercio internacional, (por ejemplo para defender todos los derechos humanos, o los bienes comunes y su uso, o para establecer pautas que no deterioren el clima o las inseparables aguas marinas, o para gestionar y proteger unas comunicaciones globales en condiciones de neutralidad, etc.).

    Cuando allá por los años 40 empezó a plantearse el GATT (mediante acuerdos entre naciones) que daría lugar a la actual OMC, la globalización comercial también debió parecerles utópica a los neoliberales. Pero aquí está. Y ahora son esos intereses de las multinacionales y de las élites económicas los que se imponen a los manipulables gobiernos que promovieron ese comercio.

    Creo que lo necesario no es tanto un gobierno mundial como leyes compartidas hasta cieto punto y tribunales internacionales. El (incipiente y poco dotado) ejemplo real de esta posibilidad sería el Tribunal Penal Internacional.

    [Continúo]

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  5. 3- Asociacionismo transnacional como fórmula de transición.

    Ante la fuerza del dinero el único contrapeso posible es una mayor presión ciudadana unida y una mayor relevancia de la deliberación política global. Pero hay que dar pasos constantes más allá de buenos ejemplos como el Foro Social Mundial. Vamos a necesitar un asociacionismo ciudadano transnacional masivo en torno a ideas políticas compartidas. Con una intencionalidad política que no tienen las ONG pero sin presentarse a elecciones, su función sería exigir acuerdos políticos internacionales de acuerdo a sus principios. Su fuerza estaría en la representación global que reuniera mediante su número de socios y simpatizantes y en el activismo de los mismos.

    Dejo un ejemplo real en defensa de bienes comunes. Es un caso de acción “a la defensiva”, (parecido a la acción de Amnistía Internacional), pero muestra una dinámica que podríamos aplicar de un modo propositivo: “Desplazamientos forzosos en Uganda. La importancia de la acción coordinada.” http://ecologiapolitica.info/wordpress/?p=940

    Pensando en un futuro mejor a largo plazo, lo ideal sería que pudieramos dotarnos de mecanismos para canalizar esta participación política ciudadana transnacional de forma estable, no limitada a acciones puntuales o en torno a temas concretos. Si existen mecanismos para modular con inmediatez la inversión de cualquiera en cualquier lugar del mundo ¿por qué no podrían existir para conocer en todo momento la opinión de cualquiera y el grado de consenso sobre aspectos de política internacional?

    -

    Como véis son medidas meramente formales, constituyentes, pero creo que sólo así se podría sujetar a los capitales y acordar democráticamente contenidos concretos, (relocalización, banca islámica, fiscalidad sostenible, etc.). También creo que puede ser más fácil la aceptación global de unos principios de funcionamiento que un acuerdo de contenidos.

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    1. Buenas Ecora,

      Empezando por el final, el punto tres, el asociacionismo respecto al consumo ha sido la esperanza para controlar a las multinacionales desde antes de No Logo, pero en realidad no ha funcionado, la gente no se siente responsable de juzgar como se ha fabricado un producto. Para que ese tipo de asociacionismo funcione primero debería darse la liberación de tiempo y después la política deliberativa, el asociacionismo seria el tercer paso.

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    2. Veo que tienes esperanzas en una estructura que vaya del individuo a lo global. Sin tener nada en contra, reconociendo que sería deseable, soy escéptico al respecto. Como estrategia veo más posibilidades en un proyecto internacional.

      Armonizar es contrario a la soberanía política de la comunidad, salvo a nivel de mínimos: derechos humanos. Además no es necesario, la estructura para el movimiento libre del capital es muy frágil, depende de la falta de soberanía de la nación, además de una estructura supranacional creada para ello. Se vendrá abajo al igual que el patrón-oro.

      La estrategia buena creo que es desarrollar comunidades fuertes, con vocación de federarse internacionalmente.

      Saludos

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  6. Hola Jesús.

    En el punto 3 no me refería al consumo responsable. Creo que no es posible controlar todas las variables para que sea realmente transformador, (aunque algo sí se puede hacer como se explica en mecambio.net). Me refería a un asociacionismo en torno a ideas políticas concretas para promover globalmente esas ideas, presionar a los gobiernos y exigirles acuerdos internacionales de acuerdo a esas ideas (en la medida en que se lograra afiliación y activismo). No deja de ser difícil pero hay más medios que nunca para coordinar ideas y acción. Lo mismo que ha llevado a la financiarización global puede favorecer una red de activismo global que sin presentarse a elecciones pueda influir en ellas.

    Creo que un federalismo que incluya desde el nivel local hasta el global es el futuro. Pero siendo pragmáticos, no se puede obviar que mientras haya acuerdos comerciales estos alteran las leyes aprobadas dentro de una comunidad (nación o lo que sea) porque el empresario podrá elegir a qué leyes acogerse, en donde radicarse, presionando todas las leyes a la baja en protección social y ambiental. Se trata de una armonización de facto dirigida por el capital, al que cedemos esa prerrogativa por no asumirla políticamente. (Es lo que estamos experimentando con las reformas laborales para ser "competitivos"). Por eso creo que la armonización de las normativas afectadas debería ser un principio indisociable de la propia noción de acuerdo comercial, (punto 1). Bajo esa premisa muchos acuerdos actuales simplemente no se habrían dado, y estaría bien. Y otros no serían lesivos. Me apuntaría a una asociación internacional que trabajara por la universalización de este principio.

    Por último, no debemos olvidar que la mayoría de los estados-nación violan los derechos humanos sistemáticamente desde siempre. Para esas cuestiones básicas pero también para asuntos globales, como los relacionados con el clima o los océanos, creo que los ciudadanos deberíamos poder participar directamente en la deliberación y la aprobación de leyes globales con tribunales internacionales que sujeten a las propias "comunidades fuertes" (grandes o pequeñas), a menudo fuertes sobre sus propios ciudadanos. (Punto 2). No se olvide que son los estados-nación los que han facilitado el (des)gobierno de las multinacionales y las instituciones supranacionales antidemocráticas. Ojalá tengas razón y caigan solas, pero no será el fin de la historia internacional y tendríamos que sustituirlas con algo más humano.

    Son todo utopías, pero yo entiendo que las utopías tienen un sentido pragmático sobre el presente al determinar el rumbo y los pasos posibles. Más aún, creo que definirlas es necesario.

    Saludos

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    1. Buenas Ecora,

      Creo que el error es entender el comercio como una decisión particular de una persona. Si voy a Marruecos puedo comprar lo que allí haya, pero comprarlo en grandes cantidades para venderlo en mi país es una cuestión distinta. Creo que se puede argumentar que ese producto tiene que ser acorde a los valores del sitio donde pretende venderse, producido de forma sostenible, e interesante para el conjunto de la comunidad, que no sea muy similar a algo que ya se produce localmente ¿no? Me parece razonable. Creo que la base de los pactos comerciales entre naciones es esa.

      Algunos principios globales si que debe haber, como la justicia, ahora bien, creo que es más razonable y más pragmático pensar en cambiar tu propia nación, y que se guíe por principios democráticos, y que asuma un proyecto de internacionalización, más que pensar en que ciudadanos de España pueden tener una influencia en China. España puede influir en China como nación, por lo tanto nuestra labor principal y donde hay que hacer todos los esfuerzos es aquí y ahora. Una nación que internamente sea democrática y se guíe por los principios del internacionalismo, eso es lo que hay que esforzarse en construir.

      saludos,

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    2. Hola Jesús. Retomo este “pausado” debate.

      Creo que la base de los acuerdos comerciales está muy lejos de ser esa que describes.
      Al abrirnos al comercio de zapatos con China no entran en juego “los valores del sitio donde pretende venderse”:
      - El empresario chino no se atiene a nuestra forma de valorar el trabajo ni el medio ambiente. Utiliza otros criterios, otras leyes, otros convenios. No creo que ningún acuerdo haya valorado si el zapato es “producido de forma sostenible”.
      - El zapato chino sí es “muy similar a algo que ya se produce localmente”. No nos venden lo que aquí es escaso, la única diferencia es el precio, con su coste en sacrificio humano de allí.

      Otra cosa es que impusiéramos aranceles específicos compensatorios o que incluyeramos una equiparación de esos criterios legales en el acuerdo. Pero esto no es lo que ocurre. En realidad el comercio internacional hace de la hipocresia una institución al proponer nominalmente el principio de “no discriminación” (para evitar el dumping) a la vez que la clausula de “nación más favorecida” para equiparar los aranceles. ¿Qué otra cosa sino un dumping en esos costes legales puede hacer que compense el transporte (impulsando así legalmente las emisiones)?

      El problema se agrava cuando las corporaciones pueden influir sobre las reglas del juego, sobre las leyes, en el punto de origen o en el de venta. El propio hecho de que puedan darse estas diferencias con apertura comercial empuja a la baja todas las leyes, empuja a competir en leyes, (no en eficiencia o en calidad o en ofrecer algo diferente). Se trata de una armonización fáctica. A la baja. Incluso aunque aumente el precio del transporte, la tentación es reducir los derechos. Es de suponer que esto tendrá un límite, pero entre tanto llega la miseria y la esclavitud de una parte de la población, y siguen aumentando las emisiones.

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    3. Buenas Ecora,

      Nadie dice que lo que yo he descrito es lo que se hace, simplemente he dicho que es muy sencillo hacerlo, nada más. Igual que gravamos el valor añadido podemos gravar lo que no nos gusta de los productos chinos y de los de cualquier otro lugar, sino lo hacemos es porque no existe voluntad política aquí, en España, ni los chinos ni las corporaciones deciden nuestros impuestos ni su nivel, y si lo hacen en la trastienda no deberiamos permitir que ocurriese.

      saludos,

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  7. Todo lo que proponéis, bajo el capitalismo, es imposible. Saludos.

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    1. Buenas,

      No sé si lo que proponemos es posible. Una cosa sí sé, el comunismo no es posible, ni deseable. Respecto al capitalismo, aunque no me gusta usar términos de ese tipo, tan ambiguos, no me parece deseable ni posible, pero quizás me equivoque en cuanto a que no es posible.

      Por cierto, firma tus comentarios.

      Un saludo,

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