Mientras
fenómenos como el cambio climático o la transición energética
plantean un reto mayúsculo a la humanidad, esta, lejos de unirse,
parece dividirse cada vez más, con el miedo a los enemigos interno y
externo creciendo de forma exponencial en lo que parece el preludio
de una guerra civil global. Bajo la espuma de la violencia
destructiva late un mar de sentimientos negativos y dolor en un mundo
de supuesto progreso y prosperidad. Nuestra civilización está
fracasando.
El
19 de abril de 1995 un camión bomba explotaba junto a un edificio
del gobierno federal en Oklahoma City, EEUU, matando a 168 o 169
personas. Fue el atentado más sangriento de la historia de EEUU
hasta que fue superado por el realizado el 11 de septiembre de 2001
contra las torres gemelas de Nueva York. Sorpresivamente para muchos,
el autor material de los hechos resultó ser un estadounidense
blanco, Timothy McVeigh, veterano de la guerra del golfo. El retrato
que generalmente se hace de McVeigh es el de un supremacista blanco
del centro del país, esos
que tienen una esperanza de vida tan baja
y que han apoyado a Trump en las pasadas elecciones, aunque
fuese por el libre comercio y no por el racismo.
Algunos
hechos no cuadran con la caricatura de supremacista blanco que se
hace de McVeigh. Estaba arrepentido de haber participado en el tiro
al blanco que fue la guerra del golfo y sentía compasión por el
enemigo.
No los maté en defensa propia […] Cuando arrebataba una vida humana me daba cuenta de que eran seres humanos, aunque hablen un idioma diferente y tengan costumbres diferentes. La verdad es que todos tenemos los mismos sueños, los mismos deseos, el mismo cariño a nuestros hijos y nuestras familias. Esas personas eran seres humanos en esencia iguales que yo.
En
prisión, trabó amistad con Ramzi Ahmed Yousef, autor de un primer
atentado fallido contra las torres gemelas. Tras la ejecución de
McVeigh, Yousef afirmaría:
Nunca en mi vida he conocido a nadie con una personalidad tan similar a la mía.
¿Qué
une ideológicamente a personajes a
priori tan dispares? Si
hubiese un choque de
civilizaciones detrás
del auge del terrorismo cabría esperar que los terroristas fuesen
personas de otra civilización, en este caso una civilización
atrasada y religiosa que se opone a los valores de racionalidad,
individualismo, materialismo y tolerancia de Occidente. Sin embargo
los terroristas no vienen de pueblos atrasados ni son profundamente
religiosos. Como ha ocurrido en los recientes atentados de Barcelona
(o como ocurrió en los anteriores ataques en París, Bruselas y
Berlín), se trata de jóvenes educados en occidente, en este caso en
España. Tal
y como ha dicho su educadora social:
Estos niños eran como todos los niños. Como mis hijos, eran niños de Ripoll. Como aquel que puedes ver jugar en la plaza, o el que carga una mochila enorme de libros, el que te saluda y te dejar pasar ante la cola del super, el que se pone nervioso cuando le sonríe una chica.
En
realidad son jóvenes materialistas, con escasos conocimientos
religiosos, habituados e incluso adictos a las redes sociales, al
alcohol y otros estimulantes o depresores del sistema nervioso
central. El perfil de un joven de suburbio cualquiera, con la
particularidad de que sus padres o abuelos fueron inmigrantes. Tanto
McVeigh como los yihadistas son un producto típico de la
civilización occidental moderna: fracasados llenos de resentimiento
que encuentran sentido a través de la destrucción.