Lutz Bachmann, ex-lider de Pegida difundió esta foto por Facebook antes de ser conocido |
Un día después de que el líder del
movimiento Pegida, que moviliza a decenas de miles de personas en cada una de
las ciudades donde protestan contra la islamización de Alemania, dimitiese como
consecuencia de la difusión de una fotografía en la que imita la imagen de
Adolf Hitler, el Banco Central Europeo decidía hacer algo parecido a lo que
prometió hace más de dos años cuando Mario Draghi afirmó aquello de “hare lo
que sea para preservar el euro, y créame, será suficiente”.
Desde los medios de comunicación de masas
han martilleado a la opinión pública con las inmensos parabienes que van a
llover sobre nosotros. Primero, un euro más barato permitirá exportar más.
Segundo, el efecto riqueza creado en los tenedores de los activos animará la
economía, especialmente si se produce un goteo hacia abajo de esa riqueza, esa
marea que sube todos los barcos que hasta ahora nadie ha visto. Tercero, alivio de los costes financieros de los estados. Y cuarto, llegarán más reservas a los
bancos y fluirá el crédito. Si los tres primeros beneficios son reales, aunque
el segundo de ellos de dudosa utilidad para el conjunto de la población, es
más, probablemente negativo para la mayoría de la ciudadanía, el cuarto no
llegará a producirse, es tan sólo una fábula.
Tampoco nos han contado los traspiés que
podemos encontrar a medio plazo, contribuir a hinchar nuevas burbujas,
especialmente en el exterior, pero a mí me preocupan especialmente dos aspectos
de esta medida, de uno de ellos no se habla, del otro se habla tratando de
minimizarlo, empecemos por el primero.
El terrible peso de la deuda sobre nuestras
cabezas
En primer lugar, una explicación teórica.
Es un principio básico de contabilidad que
por cada activo financiero hay un pasivo equivalente. Un depósito al que se
pueden girar pagos a través de una tarjeta, es un activo para una familia, y un
pasivo para el banco. Un bono del tesoro o corporativo es un activo para su
dueño y un pasivo para el emisor. Los hogares también tienen pasivos, como las
deudas hipotecarias o los créditos al consumo.
Por consiguiente, si sumamos todos los
pasivos y activos de una economía, estos deben ser iguales. Si ahora dividimos
la economía en tres sectores, público, privado y resto del mundo, es evidente
que el saldo neto de los tres debe ser igual a cero, es decir, el ahorro de un
sector debe compensarse con la deuda de los otros dos, o viceversa.
Lo que acabamos de contar no son más que
igualdades contables, no se trata de oscuras teorías económicas basadas en
premisas irreales sobre el comportamiento humano. Cualquiera puede tomar los
datos de, por ejemplo España, y comprobar que esta equivalencia se cumple.