Hace dos días desde la
asociación Autonomía y Bienvivir publicamos un texto colaborativo
en el conocido blog de Antonio Turiel The Oil Crash. Dado que
en la actualidad tres cuartas partes de los lectores de La Proa del
Argo no se cuentan entre los peakoilers, creo que tiene sentido
publicarlo aquí también, pasado un plazo suficiente para dejar a
Antonio la primicia, dado que nos ofrece la mejor tribuna a la que
podemos acceder (también estuvimos en la radio, pero eso es otra historia).
El texto es una respuesta
al manifiesto Última llamada. Es por tanto una enmienda a la
totalidad del sistema socio-económico actual, y a los graves
problemas de nuestra civilización, un sistema que nos obliga a
crecer en grave detrimento del capital natural, de los stocks que nos
proporcionan los servicios para la subsistencia y el disfrute de la
vida. El texto deja a un lado en gran medida la descripción de los
problemas para centrarse en las soluciones, si alguien quiere entrar
en más detalle en la problemática puede consultar en este mismo
blog las entradas Por qué #nodebemos #__pagamos y siguientes, El pensamiento económico de Frederick Soddy, De la mirada del broker a la del astronauta, La insostenibilidad de los sistemas de precios y
La utopía de la inclusión: 1. El problema.
Es también el momento de
hacer una breve reflexión sobre la andadura de la asociación y la
cooperación. Lo poco que hayamos podido conseguir es fruto de la
cooperación estrecha, codo con codo, con otras trece personas. Es indudable el
valor de la cooperación, lo que la exigua fuerza de una persona es
incapaz de lograr, puede lograrse con la ayuda mutua. Sin embargo,
según Polanyi, la sociedad de mercado debe funcionar con ausencia de
cooperación consciente. La misma conclusión parece extraerse de las
observaciones del gran sociólogo Pierre Bourdieu, retomando el texto
que comentábamos en Para la Libertad... (Excurso): La utopía de las cero opciones:
En nombre de este programa científico de conocimiento, convertido en programa político de acción, se cumple un inmenso trabajo político (denegado, porque en apariencia es puramente negativo), que busca crear las condiciones de realización y de funcionamiento de la “teoría”: un programa de destrucción sistemática de los colectivos.El movimiento se posibilita a través de la política de desregulación financiera, en marcha hacia la utopía liberal de un mercado puro y perfecto; se lleva a cabo a través de la acción transformadora y, hay que decirlo, destructora de toda medida política que pretende cuestionar todas las estructuras colectivas que puedan obstaculizar la lógica del mercado puro. Entre ellas se encuentran: a) la nación cuyo margen de maniobra no cesa de recortar; b) los grupos de trabajo que afecta a través, por ejemplo, de la individualización de los salarios y las carreras en función de las competencias individuales y la atomización de los trabajadores que ello desencadena; c) los colectivos de defensa de los trabajadores, los sindicatos, las asociaciones, las cooperativas: d) la familia misma, la que pierde una parte de su control sobre el consumo a través de la constitución de mercados por rangos de edad.
Mi impresión es que sin
necesidad de fuerzas coactivas, que sin duda existen, la cooperación
es frágil. Varias personas han rehusado participar en esta empresa
apasionante por matices nimios. A ello se une el sabor de boca que me
deja la recepción del artículo, que ha sido entusiasta por parte
Antonio Turiel, calificándolo en su Facebook como “posiblemente
uno de los post más importantes que se hayan publicado en el blog”,
frente a la recepción de sus lectores habituales, de los que hemos
obtenido pocas palabras de aliento, al menos hasta el momento. No
tengo una explicación cabal para este fenómeno, quizás,
especulando, al hacerse nuestra sociedad más compleja los
itinerarios educativos y afectivos de los individuos se hacen cada
vez más divergentes. La individualización se hace extrema, y un
arroyuelo de discrepancia se convierte en un abismo insalvable.
Dijo Mancur Olson, en su
obra La lógica de la acción colectiva que el simple hecho de
buscar un objetivo común entre varias personas hará que la mayoría
de ellas no se esfuercen, al no poder ser excluidas de los beneficios
comunes. Está lógica se rompe cuando disfrutamos con la
cooperación, cuando el trabajo por el objetivo común se convierte
en un placer, en una forma de ocio que nos proporciona sentido, y
cuando disfrutamos aprendiendo de los compañeros de viaje.
Satisfacemos de esta forma varias necesidades humanas: participación,
identidad, entendimiento, ocio, creación.