martes, 23 de julio de 2019

El paradigma sociocultural, una metodología de intervención social

1. Empoderar para trascender paradigmas
Transcender paradigmas es ir más allá de las suposiciones iniciales. Es entrar en el espacio donde los valores, modelos mentales y prioridades cambian.
Donella Meadows, autora de Limits to growth

En un reciente artículo describí la extrañeza que me produjo la visita de la exposición “Auschwitz. No hace mucho. No muy lejos” y que se pudo ver hasta febrero de este año en Madrid, y que en breve podrá visitarse en Nueva York. La extrañeza proviene de estar contemplando con mis propios ojos la puesta en práctica de una forma de pensar que llevábamos tiempo analizando en el podcast Ampliando el Debate, con la ayuda pensadores/divulgadores como David de H-E-F, Rugi Carles o un servidor y generalmente tomando como referencia una serie de autores que incluyen a Lewis Munford, Thomas Kuhn, Theodor Adorno, Max Horkheimer, Jean-François Lyotard, Michel Foucault y un largo etcétera. De forma poco rigurosa vamos a etiquetar a esta serie de autores como postmodernos. La extrañeza sobre todo proviene de qué esta forma de pensar que pude ver plasmada en la exposición, estas ideas, siguen siendo comunes hoy en día, pese a la narrativa contraria ampliamente aceptada de rechazo al holocausto judío. En consecuencia, desde mi punto de vista, estaba contemplando una especie de extraño juego de engaño/alienación social donde se niega de forma explícita lo que se afirma de forma implícita.

Deconstruyendo Auschwitz: las raíces de nuestro afán destructivo, recibió entusiastas alabanzas y críticas furibundas, algo que es normal, porque se trataba de un tentativa apresurada y provocativa de generar una “tormenta de ideas” en torno al paradigma sociocultural moderno, es decir, el paradigma sociocultural en el que vivimos actualmente, y que desplazó al anterior paradigma medieval allá por el siglo XV-XVI, y que, de forma también poca rigurosa, identificamos alcanza una formulación explícita acabada en los voceros de la Ilustración, esa que siguen defendiendo todavía hoy, de forma también poco rigurosa, los voceros del neoliberalismo.

Al hablar de paradigma sociocultural estamos tomando prestado, en un contexto mucho más amplio, el término acuñado por Thomas Kuhn en sus famosas obras La revolución copernicana y La estructura de las revoluciones científicas. Recordemos brevemente lo esencial de los planteamientos del físico norteamericano.

A la concepción del desarrollo de la ciencia de forma lineal, mediante pequeñas aportaciones que van suponiendo un avance, Kuhn opone su concepción de los paradigmas, que evolucionan a través de revoluciones científicas. En concreto, existiría un periodo de ciencia normal durante el cual se van resolviendo enigmas que deja abierto el paradigma, al que seguiría una revolución científica, en el que se plantean nuevos paradigmas para resolver las anomalías, o enigmas persistentes, que se han ido acumulando en el periodo de ciencia normal. El paradigma, define el campo de investigación, los conceptos fundamentales, los modelos teóricos y la metodología utilizada, y requiere la aceptación de la comunidad científica pertinente. Situarse en paradigmas distintos implica que se tienen distintos problemas que resolver, e incluso una concepción distinta de la disciplina científica en la que se trabaja, además de diferencias conceptuales ligadas a diferencias en el lenguaje teórico.


 Así pues, podemos ver el paradigma como un conjunto de proposiciones que guían la investigación, y dentro del cual deben encajar, en el sentido de que deben ser compatibles con él, los resultados y teorías científicas que se van desarrollando. Es interesante señalar que los paradigmas son inconmensurables, no se puede evaluar con una medida común. Pasar de un paradigma a otro implica un cambio global de la percepción y de la producción de significado, lo cual excede ampliamente la lógica. Kuhn documentó este proceso para el paso de la física ptolemaica a la newtoniana.

Es interesante esta característica de la inconmensurabilidad. Un diálogo entre científicos que se sitúan en paradigmas distintos se convierte en un diálogo de sordos, como si hablasen lenguajes diferentes. El paradigma se sitúa más allá de la lógica, podemos imaginarlo como una serie de narrativas que delimitan lo que puede ser pensado y cómo puede ser pensado, en un nivel similar a los axiomas, proposiciones que se aceptan sin demostración previa dado su carácter “evidente”, a partir de las cuales se pueden realizar deducciones, siguiendo las reglas del lenguaje utilizado.

Podemos postular por tanto que estas meta-narrativas no sólo delimitan lo que puede ser pensado y cómo, dentro de una disciplina académica, sino también en un nivel más amplio, el de la cultura de una civilización. Constituirían por tanto, un conjunto de supuestos que orientan el pensamiento y la acción. Es importante tener en cuenta el significado preciso de la palabra “orientan”, en el paradigma sociocultural moderno caben tanto el capitalismo como los socialismos del siglo XX, por tanto no tenemos que pensar en una relación directa de tipo causa-efecto, sino en un marco dentro del cual caben varias cosas. En los párrafos siguientes trataré de definir un poco más como se relaciona el paradigma con una cultura y una sociedad determinada.

Una perspectiva que nos permite clarificar el concepto de paradigma sociocultural es la del biólogo Humberto Maturana, en su libro Fenomenología del Conocer (1983). Para Maturana, que explora los condicionantes biológicos del conocimiento, este se construye socialmente, a través de las distinciones realizadas por el observador. Nos encontramos otra vez con la metáfora del mapa y el territorio, que ya explicó mi compañero Jesús Martín. Como observadores no manejamos mapas de la misma escala que el territorio, porque serían inútiles. Por el contrario, realizamos distinciones, creamos categorías que nos parecen relevantes, las definimos de forma precisa por medio del lenguaje, las medimos, si ello es posible. En el proceso desechamos todo lo que creemos no es relevante, las infinitas distinciones en base a otras categorías que potencialmente podríamos explorar.

Maturana establece un símil entre el punto ciego de nuestra visión, situado en el nervio óptico, y que es “rellenado” por el cerebro, y nuestra percepción de los fenómenos culturales, que también adolece de importantes “puntos ciegos”: los supuestos básicos sobre el ser humano y el mundo de nuestra tradición cultural, que no tenemos delante constantemente, sino que constituyen la base de otras distinciones y percepciones. Hace falta un esfuerzo de reflexión para abstraerse y poder ver lo obvio que tenemos delante.

El paradigma sociocultural estaría formado entonces por meta-narrativas que son implícitas, y que a duras penas es posible visibilizar, solo se harían visibles con un gran esfuerzo, cuando se comparan con otros paradigmas (por ejemplo el paradigma moderno frente al medieval, o una cultura indígena tradicional) o en periodos de crisis. El siglo XX, con la caída en desgracia de la ideología liberal tras la I guerra mundial, el surgimiento del fascismo, el genocidio judío, el socialismo de la Unión Soviética y países afines y el descubrimiento de la bomba atómica y lo que ello significó para el ser humano, habría hecho entrar en crisis el paradigma moderno, y generado todo un pensamiento crítico con él, que de forma coloquial podemos denominar postmoderno, si bien este término tiene ya una connotación peyorativa para los defensores de la modernidad, que lo asocian con “relativismo” o con una espiritualidad vacía o “new age”.

Un término quizás más apropiado podría ser el acuñado por Dussel de transmoderno, ya que no estamos hablando de algo que es posterior a lo moderno (post) o sólo en un sentido cronológico, sino que se sitúa “más allá” (trans), dado que hablaríamos de paradigmas inconmensurables a priori, cuya única posibilidad de mostrar su mayor idoneidad sería demostrar en su puesta en práctica real su fecundidad para la vida. Por otro lado, la división de la historia en la edad antigua, media y moderna, como defendió en su momento por ejemplo Sorokin, es un tanto maniquea y eurocéntrica, por lo que quizás lo que habría desechar es el término “moderno”, y hablar con mayor propiedad, por ejemplo, de paradigma “europeo-cartesiano” o “mecánico cartesiano”, o cualquier mezcla de los adjetivos que mejor pensamos podrían describirlo: cartesiano, newtoniano, mecánico, dualista, eurocéntrico, extractivo, reduccionista, etc. Si así fuese, el paradigma emergente alternativo ya no tendría que denominarse ni postmoderno ni transmoderno, lo cual sería bueno ya que el término “moderno” sigue evocando algo positivo para la mayoría de la población. Salir del marco conceptual de la modernidad puede ser tan necesario como salir del dualismo capitalismo-socialismo que impide pensar la realidad con categorías y distinciones relevantes para la emancipación.

Dejando a un lado estas importantísimas consideraciones semánticas, es interesante ver como la crisis del paradigma moderno que se precipita por los sucesos acaecidos en el siglo XX, y la consiguiente y todavía incipiente pérdida de fe de los intelectuales en el paradigma vigente, guarda un paralelismo significativo con la descripción que hace Kuhn del proceso científico y sus periodos de ciencia normal y crisis paradigmática. Todo ello nos permite ir visualizando el paradigma sociocultural como un concepto que promete ser fecundo como distinción esencial que manejar en los cambios sociales profundos y de calado.

Siguiendo desde una perspectiva constructivista, inherente al enfoque paradigmático, Peter Berger y Thomas Luckman en La construcción social de la realidad (2001) ofrecen otra conceptualización, similar a la de Maturana, que puede ser útil para entender el paradigma sociocultural, la sedimentación, aquello que se retiene como conocimiento de la experiencia total de la sociedad, y que no necesita ser continuamente reconstruido. Existen diferentes niveles de sedimentación, y mientras las comunicaciones cotidianas de los individuos utilizan el conocimiento más superficial, este tiene lugar sobre un inmenso depósito que no se nombra ni aparece en el diálogo. Podríamos postular que el paradigma sociocultural se encontraría en el nivel más profundo, y desde allí condiciona al resto, en el sentido de que el conocimiento sedimentado en niveles más superficiales debe ser coherente con él.

Como vemos, hay distintos trabajos en el ámbito de la historia, biología, la epistemología o la sociología que ofrecen sustento al concepto de paradigma sociocultural. Evidentemente, por su propia naturaleza, dado que es una creación humana que evoluciona en el tiempo, al igual que otros fenómenos sociales, no podemos aspirar a definirlo y demostrarlo al estilo de las leyes de la gravitación universal. La única prueba relevante a la que debemos aspirar, a mi juicio, es que sea útil. En particular, sostengo que este concepto tiene una potencia explicativa muy superior a otras explicaciones parciales de la sociedad y de nuestros problemas, en particular aquellas que se derivan de entender nuestras acciones como determinadas por las leyes del capitalismo. Para probarlo, intentaré dar cuenta desde esta óptica de fenómenos de extraordinaria relevancia (como la crisis de la ciencia o la nueva espiritualidad), difícilmente explicables con otras categorías analíticas.

La relevancia para el cambio social de este concepto es evidente, una vez establecido el paradigma sociocultural, o tanteado más bien, debate que intentaré abrir en estas páginas en breve, se trata de realizar una doble labor, desprestigiar los supuestos en los que se basa el paradigma a sustituir, y poner en marcha prácticas sociales bajo otros supuestos paradigmáticos, que alcancen la máxima difusión posible. En definitiva, nos permite dotarnos de herramientas útiles para la intervención social.

Una distinción, que conviene hacer siguiendo a Sorokin, es aquella entre cultura y sociedad. En una sociedad pueden convivir varias culturas, como pudo pasar, por ejemplo, con la convivencia en España entre judíos, musulmanes y cristianos. También hay que señalar que en un sistema cultural se pueden integrar creaciones culturales ajenas, por ejemplo, en la actualidad tenemos toda la información para reproducir una cultura budista, incluso hay gente que practica parte de sus preceptos, incluso todos, pero nuestra cultura no es budista, ni parece posible que lo sea sin grandes trastornos. Una cosa es disponer de esa información, y otra que se reproduzca masivamente en los comportamientos. Ello implica que en el seno de una determinada cultura se pueden desarrollar sin problema prácticas contraculturales. Sin embargo, las culturas tienden a aceptar y reproducir lo que es similar y rechazar lo que es distinto. Así, por ejemplo, disponemos de la información necesaria para llevar a cabo una ciencia posnormal, y de hecho hay investigadores que la realizan, pero en general de forma muy mayoritaria tendemos a reproducir una ciencia normal, que no nos vale para resolver los problemas a los que nos enfrentamos en la actualidad, los problemas de sostenibilidad.

Desde el punto de vista del cambio social, una estrategia que parece tendría sentido, es identificar el paradigma sociocultural, lo cual está sujeto a numerosas incertidumbres, y realizar propuestas y tratar de llevarlas masivamente al ámbito del comportamiento. Dadas las enormes incertidumbres que se van acumulando, primero en la identificación del paradigma, posteriormente en el planteamiento de prácticas contraculturales que puedan ser llevadas a la práctica de forma masiva en el ámbito del comportamiento, procede actuar con una estrategia de retroalimentación rápida, es decir, evaluar cuanto antes el resultado de las acciones lanzadas y corregir el rumbo rápidamente en función del resultado, o incluso de desviación positiva, buscar donde se está dando ya el cambio y reproducirlo. Para un desarrollo un poco más amplio de estas ideas podéis leer este artículo.


En artículos posteriores empezaré el debate sobre la identificación del paradigma sociocultural vigente, y también lo haré, y lo he hecho como pronto os contaré, en algunos talleres presenciales y mesas redondas a los que me han invitado a participar por distintos lugares de nuestro país. El artículo reseñado al principio de este artículo fue un primer esbozo apresurado de este paradigma con el fin de estimular el debate y las ideas entre los lectores. Espero que algunos de vosotros quieran acompañarnos en este viaje, muy necesario, y que estamos apenas comenzando.



Fuente principal del artículo

Veinticinco años en pos de un nuevo paradigma sociocultural. Lecciones aprendidas. Cecilia Dockendorff

Fuente secundaria

Las filosofías sociales de nuestra época de crisis. Pitirim A. Sorokin
Análisis de Thomas S. Kuhn. Las revoluciones científicas. Wenceslao J. González


martes, 16 de julio de 2019

Bifurcación



Hace algo más de año y medio que no escribía ningún artículo original para este blog. Mis esfuerzos durante todo este tiempo se han concentrado en mis colaboraciones en Autonomía y Bienvivir y en el diario El Salto, pero las circunstancias de los últimos meses y semanas han hecho que me replantee esto. A partir de ahora volveré a escribir en este blog, y lo abriré también a otros autores, siempre y cuando encuentre a alguien dispuesto a colaborar conmigo.

Valoro de forma positiva el esfuerzo desarrollado todos estos años tanto en Autonomía y Bienvivir como en El Salto y en Ampliando el Debate; sin duda dicho esfuerzo ha dado sus frutos, y ha contribuido (de forma muy modesta claro está) a la eclosión de un nuevo ciclo de protesta focalizado de forma especial en torno a la sostenibilidad. Sin embargo, diversas cuestiones confluyen para que sea hora de replantearnos lo que hacemos.

En primer lugar, al ser el blog de Autonomía y Bienvivir alimentado por un colectivo, establecí el objetivo de publicar un artículo a la semana, con la idea de que, si no había un objetivo de entrega que cumplir, nos relajaríamos mucho, esperando que otra persona publicase, y al final publicaríamos muy por debajo de nuestra capacidad. La estrategia creo que ha funcionado, y hemos cumplido con un ritmo de publicación constante y ambicioso, si bien el esfuerzo ha sido considerable, y ello ha supuesto un gran desgaste a nivel personal para mí, lo cual ha hecho que se resientan otras facetas de mi vida.

Por otra parte, hace aproximadamente un año comencé a concebir que varias posturas sostenidas por personalidades relevantes dentro del irrelevante mundillo de la sostenibilidad limitaban de forma importante el desarrollo de este movimiento. Al expresar mi opinión en forma de crítica, lo cual probablemente era necesario, generé fuertes reacciones de rechazo, similares a las que yo mismo he sostenido en otras ocasiones.

Todo cansa, y una experiencia personal me llevó a rechazar la crítica. En esta etapa de mi vida prefiero dejar la labor de derribo a otras personas que sean más fuertes y estén mejor preparadas para ello. Yo reconozco mis limitaciones, y hago el propósito de expresar en positivo mis ideas, para que sean presa de la crítica de otros.

En este momento me apetece jugar otro papel, todavía más discreto si cabe. Colaborar, dejando a otros que estén en la primera línea. Aplicado este principio a Autonomía y Bienvivir significa dejar que sean otros los que coordinen y organicen, siendo yo me estoy perdiendo descubrir lo que puede lograr el trabajo y la creatividad de otros.

Así pues, declaro inaugurada una nueva etapa de este blog. Iré publicando aquí artículos originales, y también trayendo de vuelta algunos publicados previamente en Autonomía y Bienvivir o en El Salto, y que son importantes para entender la línea que intentaré desarrollar desde esta bitácora. Si tengo suerte espero publicar también por aquí algún artículo de amigos y colaboradores que considere realizan aportaciones interesantes al debate sobre nuestros problemas sociales y sus soluciones.

Bienvenido de nuevo a tu casa.