Para la libertad sangro, lucho, pervivo.
Para la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.
<<Miguel Hernández>>
Queridos lectores,
El reciente movimiento de
protesta en Brasil ha desconcertado a los expertos en la política global,
nuestro postmoderno sistema-mundo global ¿Qué relación tienen esas protestas
con movimientos como el de Occupy Wall Street, la primavera árabe o el 15M? ¿O las
protestas populares anteriores a la crisis como la revolución naranja en
Ucrania, o las revoluciones de Kirguizistán y Georgia?
Un cínico podría indicar que lo
que tienen en común todos esos movimientos es que han sido un rotundo fracaso:
en el este de Europa en algunos casos lograron modificar los gobiernos, solo
para acabar en peor situación en breve plazo, mientras que en países
desarrollados como España o EEUU, las protestas han sido consideradas por el
establishment político, mediático y ciudadano una cuestión de orden público.
Solo en lugares donde no existía previamente una democracia todavía es incierto
si finalmente se logrará algo positivo.
Lo sorprendente del caso
brasileño es que se daba por supuesto que los manifestantes eran los perdedores
de la crisis, gente que había ido a peor y había visto deteriorarse seriamente
sus condiciones materiales de vida. Sin embargo, evidentemente no es así en
Brasil. Es cierto que el crecimiento brasileño se está estancando
paulatinamente, pero todavía no se ha detenido, ni está en declive, y es
absurdo plantear que los manifestantes anticipan un deterioro inminente.
El punto de conexión entre todos
ellos es que se trata de movimientos auto-organizados o autogestionados, que no
se presentan bajo la bandera de ningún partido político, pese a que su
reivindicación es esencialmente política. Si son movimientos autogestionados es
en parte porque no hay consenso ideológico entre los miembros, aunque en
algunos casos la autogestión luego se convierte en vocación, en el eje central.
El único acuerdo entre ellos es su deseo de autodeterminación y libertad.
La libertad es algo que se da por
supuesto, una economía de “libre” mercado y una democracia se suponen
condiciones necesarias y suficientes para ella, por lo tanto toda
reivindicación en ese sentido se tachará de utópica e irreal, o peor aún, de
radical y peligrosa.
Mi propósito con la serie de
artículos que empiezo ahora es entender estas protestas desde el punto de vista
de la libertad, y no como una protesta económica; explicar cómo su origen, en
algunos casos inconsciente, se encuentra en la preocupación por la libertad, la
ausencia de ella en nuestras sociedades, o mejor dicho, lo inadecuado del tipo
de libertad que se nos ofrece, un simple paliativo de la verdadera libertad.
Pero no solo eso, para lograr
nuestro propósito inicial, será necesario indagar de forma general sobre la
libertad y su significado, y esto nos descubrirá que hay detrás de la “retórica
sobre la libertad” que con tanta frecuencia emplean hoy día los poderosos.
Finalmente nuestro camino nos llevará a descubrir el choque entre racionalidad
y libertad, y como pueden empezar a conjugarse ambos fines en un planeta que,
dados sus limitados recursos, debe gestionarse necesariamente de forma
racional.