Tras
debatir con algún panglossiano sobre los sistemas de precios,
me aparto un poco de la línea que tenía trazada para realizar un breve artículo
sobre esta cuestión, que es tan sólo un corolario de la exposición realizada en
De la mirada del broker a la del
astronauta: causas profundas de nuestra crisis económica,
pero corolario que creo puede tener cierto interés, dada la enorme confusión
que existe al respecto.
Incluso aquellos que son
críticos con la idea del crecimiento ilimitado, asumen que un sistema de
precios puede contribuir de forma significativa a la sostenibilidad. Asumen por
tanto el argumento de los economistas, que fue expresado de la siguiente forma
por Paul Samuelson:
La omisión fundamental en los modelos de Meadows y Forrester es la escasa atención que en ellos se presta al efecto de la escasez sobre el precio y el uso. En el mundo real, cuando los recursos comienzan a escasear y los cuellos de botella del aprovisionamiento comienzan a lentificar las tasas de crecimiento, como ocurre en la simulación de Forrester, los precios concretos suben.
Lo primero que se podría
alegar ante esto es ¿y qué? ¿Qué implica que suba el precio? Lo que está
implícito en este razonamiento es que la señal de la subida del precio nos da
los incentivos adecuados para encontrar una solución. Los economistas se creen
esto a pies juntillas, y sin embargo, como es obvio, aun teniendo los
incentivos adecuados podemos ser incapaces de encontrar las soluciones
adecuadas, el futuro no está escrito, y nadie nos garantiza encontrar
soluciones a todos los problemas, y mucho menos en el plazo que a nosotros nos
resulta conveniente, entre otras cosas porque puede haber problemas sin
solución. Esto se suele obviar y se echa una manta metafísica sobre la
cuestión, al final la
idea de progreso funciona de forma similar a la idea de Dios.