lunes, 10 de febrero de 2020

Echando la vista atrás... predicciones fallidas y acertadas, y un nuevo mapa sobre el futuro.

El mapa no es el territorio


Hace ya algún tiempo que no miro los datos de las fluctuaciones de las monedas y divisas, volúmenes de deuda externa, tipos de interés, balanza de pagos y otros datos que pueden ayudarme a trazar un mapa sobre la salud financiera de los países y sistemas bancarios. Sin embargo, echando un vistazo al informe de este año de la FAO sobre seguridad alimentaria me encuentro con esta gráfica:



Que parece explicar parcialmente la “primavera latina” que se está viviendo en el sur del contienen americano. Como se puede ver en la gráfica, desde 2014 se vive una situación de retroceso económico en la región, y de estancamiento en África. Por el contrario, Asia, liderada por la locomotora china, mantiene un crecimiento fuerte. En cuanto a las economías desarrolladas, mantienen cierto dinamismo, que como luego comentaremos, va por barrios.

La gráfica me ha hecho recordar algunas “fallidas” predicciones pasadas, que conviene ahora recordar, separando el grano de la paja, lo que puede seguir teniendo validez de aquel pensamiento frente a lo que se ha quedado obsoleto:


Nueva crisis financiera global

A inicios de 2014 me preguntaba ¿Estamos entrando en una fase de la crisis sistémica global?, en una tormenta de ideas que posteriormente desarrollé con algo más de detalle en Crónica de una depresión anunciada: regularidades e incertidumbres. El razonamiento central detrás de ambos artículos se podría resumir de la siguiente forma: tras la crisis del petróleo de los años 70 y el comienzo de la globalización, con el fin del control de los movimientos de capital, se van sucediendo una serie de crisis financieras periódicas, con la particularidad de que en distintos periodos van afectando a grupos de países distintos. En concreto, a veces el epicentro de la crisis serían las economías emergentes, y en otro momento lo serían las economías desarrolladas, existiendo siempre cierto contagio a través del canal financiero, como el célebre caso de Long Term Capital Management.

domingo, 5 de enero de 2020

Sí, se debe estar amenazando todos los días con el apocalipsis a cuenta del cambio climático




¿Cambio? ¿Crisis? ¿Emergencia? La ciencia nos está diciendo que estamos en una crisis climática que requiere actuar con urgencia. Sin embargo, algunas personas se resisten a aceptarlo. Me atrevo a sugerir que estas personas tienen valores conservadores, son reacios al cambio porque quieren conservar algo que consideran valioso (esta sociedad), pero considero un error que (a veces) no expliciten estos valores, lo cual enturbia el debate. Yo, personalmente, también soy conservador, quiero conservar esta canica cósmica en la que vivo más o menos como la encontré, y no quiero poner en riesgo la vida, y para ello creo que son necesarios algunos cambios sociales.

¿Cómo orientarnos en la crisis climática y ecológica? Propongo que los gobiernos, la sociedad y los individuos se guíen por la siguiente pregunta ¿lo que ocurre es seguro? Lo cual nos lleva a preguntarnos por el futuro, un territorio ignoto y lleno de incertidumbres, pero podemos comenzar a movernos por él a partir de la certeza de que ni los negacionistas ni los conservadores que consideran a Greta Thunberg una catastrofista pueden demostrar que lo que estamos haciendo es seguro.

Hablar de seguridad nos remite al concepto de riesgo. En un reciente artículo académico que ha tenido un considerable impacto titulado “Well bellow 2 ºC: Mitigation strategies for avoiding dangerous to catastrophic climate changes” los autores (Xu y Ramanathan) establecen tres categorías de riesgo: por encima de 1,5 ºC el calentamiento es peligroso, por encima de 3 ºC catastrófico y por encima de 5 ºC desconocido, más allá de catastrófico, incluyendo riesgos existenciales, es decir, el riesgo de la extinción humana.

Hablamos de las consecuencias del cambio climático, una cuestión sobre la que existen, no está de más volver a insistir en ello, numerosas incertidumbres. Las consecuencias más citadas en la literatura son el estrés térmico, con el incremento en la frecuencia y la severidad de las olas de calor, el aumento del nivel del mar y de las inundaciones en zonas costeras, y el riesgo para la seguridad alimentaria, a consecuencia de los cambios en los patrones de temperatura y precipitación, con el incremento de sequias, inundaciones y olas de calor.

Quizás menos conocidos por el gran público son los puntos de inflexión, cambios abruptos e irreversibles a corto plazo como el colapso de la capa de hielo occidental de la Antártida, el parón de la corriente profunda del Atlántico norte, la muerte de la selva tropical del Amazonas y su conversión en un sabana semi-árida, la muerte de los bosques boreales o el colapso del monzón en India y África occidental. Las consecuencias de estos cambios no serán en ningún caso buenas, pese a ser difícil predecir completamente su alcance.